jueves, 17 de junio de 2010

¡Entrevista a David Llistar, autor, entre otros libros, de Anticooperación, en La Vanguardia!

Un viaje a Nicaragua le cambió la vida. Contactó con "la pobreza, la gente y la injusticia" y, desde entonces, el físico David Llistar (Premià de Mar, Barcelona, 1971) ha residido en más de una decena de países en vías de desarrollo y ha cofundado el Observatorio de la Deuda en la Globalización (ODG), que actualmente coordina.

Pese a que cree que "la cooperación sirve y se tiene que reforzar", denuncia que las ONGs hacen "un trabajo de hormiguitas al lado del de los elefantes que van pisando toda la hierba plantada por otros".

Estos elefantes son empresas, gobiernos e instituciones de los países ricos que, mientras con una mano dedican esfuerzos a ayudar a los países del sur, con la otra promueven y mantienen políticas que hacen mucho más daño que el que pretenden repara con la otra. Todos estos mecanismos destructivos los ha analizado sistemáticamente en el libro Anticooperación. Interferencias globales Norte-Sur (Icaria).

Según Llistar, puede ser más efectivo combatir estos mecanismos desde aquí que el trabajo que se pueda realizar sobre el terreno.




-¿El libro Anticooperación es una crítica al sector de la solidaridad?
-A primera vista puede ser ententido como una crítica antipática a la cooperación y al desarrollo, pero en realidad está hecho desde dentro del sector, con respeto y entendiendo que la mayoría de la gente actúa de buena fe. El sector actúa a veces de forma manipulada o cooptada por otras dinámicas de actores o instituciones que tienen intereses que no son la solidaridad y la justicia, como empresas, estados o gente que quiere limpiar su imagen. Usan la solidaridad para fines que son justamente lo contrario y esta sí es una de las denuncias.

-¿Son cómplices las ONG que aceptan colaborar con estos actores?
-En cierto modo sí. Si actúas al lado de un gobierno que bombardea una ciudad, recibes órdenes de este mismo gobierno y curas las heridas causadas por el bombardeo estás participando de una operación de bombas y algodones. El de Irak es un caso flagrante de anticooperación solidaria.

-¿Es esto la anticooperación?
-La hipótesis del libro es que en las relaciones entre nosotros y los empobrecidos hay mecanismos mucho más significativos que la llamada ayuda al desarrollo.

-¿A qué se refiere?
-Después de tanto tiempo y tantos esfuerzos las cosas no se han arreglado. El concepto de desarrollo lo inoculó hace 60 años el presidente estadounidense Truman, quien después de haber ganado la segunda guerra mundial planteó el plan Marshall. Esto no significa que antes no hubiera acciones que pudieran ser consideradas cooperación.

-¿En este tiempo no se han logrado los objetivos que se buscaban?
-La lucha, a veces sin saberlo porque hay cortinas de humo, es contra mecanismos que hacen lo contrario, que son mucho más potentes y que anticooperan. Un ejemplo es el comercio internacional, que está basado en la fuerza de algunas potencias para imponer condiciones, precios, etcétera.

-A priori, parecería que la cooperación internacional da sus frutos y sirve para algo.
-Sí, la cooperación claro que sirve y que se tiene que reforzar. Las cosas funcionan en los lugares adonde llega la cooperación y los microproyectos de organizaciones. Hay gente que se beneficia de ellos. Pero es un trabajo de hormiguitas al lado del de los elefantes que van pisando toda la hierba plantada por otros.

-¿Hay actores que juegan a dos bandas?
-El gobierno español, el catalán o la CE no pueden plantear su actuación en términos exclusivamente de ayuda cuando paralelamente están cometiendo violaciones de los derechos humanos a través de, por ejemplo, apoyo económico a la internacionalización de empresas europeas que violan flagrantemente derechos humanos. No puedes defender actuaciones de ayuda mientras en el campo comercial, industrial, militar o de la diplomacia haces todo lo contrario.

-Pero las empresas y los estados temen quedarse atrás si no defienden sus intereses.
-Te quedas atrás si la dirección hacia delante la colocas hacia vidas en las que nadie tiene tiempo y todos luchamos para acumular objetos y viajes. El sistema actual no tienen ningún sentido si pones por delante el vivir bien con tu familia y tu gente, tener tiempo y dedicar atenciones a tus niños. Esta especie de tren acelerado nos conduce a un precipicio. Los recursos biofísicos de nuestro planeta son absolutatamente limitados. Hay que hacer un cambio de paradigma ya. No sólo por nuestra salud como sociedad, sino también por una cuestión moral de respeto y de no machaque a los compañeros que viven en países políticamente más débiles.

-¿Qué alternativa hay?
-Hay visiones distintas a este desarrollo capitalista basado en el crecimiento económico, como la culturas del buen vivir de los índigenas andinos aymara y quechua y que se estructuran alrededor de cómo te encuentras con tu comunidad, con el medio ambiente y contigo mismo.

-¿Para construir un mundo mejor no es necesario irse a África?
-Ir a África es interesante y te permite entender como es el mundo, pero si quieres ayudar a los africanos, más que ir a África lo que tienes que hacer es colaborar a reorganizar el metabolismo de tu sociedad. Es decir, entra en el campo de la política y cambia los mecanismos que producen este mal a los países pobres del sur.

-Mucha gente irá este verano de voluntaria a trabajar en proyectos de cooperación. ¿Para qué sirve si el resto del año no actúan en consecuencia?
-Es inútil ¿no? En este contexto de crisis financiera, mucha gente dirá que se recorten los recursos públicos para cooperación. Y demostrará un egoísmo global muy claro, con el discurso demagógico de que nosotros necesitamos ese dinero. Pero nosotros continuamos robándoles recursos porque les pagamos mal y atraemos a sus mejores talentos. Ahora lo que puede envenenar más la ayuda internacional real, es lo que llamo la maldición de la competitividad. Parece ser que la solución a la crisis será más competitividad, pero en los países del sur muchas esto significa que las empresas quieran cumplir menos los estándares sociales y ambientales y explotar más. El accidente de Bhopal, que mató a 23.000 personas, fue básicamente porque la reducción de costes suprimió la refrigeración de la empresa.

-¿Los gobiernos contabilizan como ayuda inversiones que en realidad no lo son?
-Por una parte, hay que recordar que lo que enviamos del norte hacia el sur es mucho más pequeño que fenómenos contrarios como la deuda externa. Lo que sucede es que, si bien hay una parte de la ayuda que se ejecuta bien y con fines de solidaridad y justicia, hay otra todavía más importante que no se vehicula a través de ONGs sino de otras instituciones o de gobiernos.

-¿Por ejemplo?
-La institución de cooperación que ha movido más dinero se llama OTAN y ha dirigido sus acciones hacia los entornos de la guerra de Irak y de Afganistán, básicamente porque se ha dado cuenta que la mejor forma de mantener a los talibanes o a los grupos opuestos a los ocupantes es untarlos con dinero. Estamos en contra de este dinero que es funcional para dos guerras que no tienen nada que ver con la emancipación de los pueblos iraquí y afgano y le llamamos anticooperación solidaria. El incremento del dinero destinado a la cooperación en los últimos años no viene de que la gente estemos dando más dinero a las ONG sino de los proyectos de la OTAN. Critico a los gobiernos o empresas que hacen cooperación con la finalidad primera de defender sus intereses propios, empresariales o geoestratégicos, que tiñéndolos de ayuda legitiman actuaciones.

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