viernes, 15 de octubre de 2010

Os presentamos a continuación la reseña que Solo de Libros publicó sobre Manifiesto Utopía.





¿Se puede cambiar el mundo? ¿Es posible construir otro modelo social alternativo que sea respetuoso con las personas y el entorno? De todo esto y más trata este Manifiesto Utopía, un libro escrito por el colectivo del mismo nombre y que expone algunas líneas de acción a seguir en los próximos años con el fin de cambiar el sistema capitalista que conocemos (y que nos ha llevado hasta donde estamos).

Aunque se haya repetido mil veces (e incluso lo hayamos comentado aquí hablando de varios libros), no está de más recordar que el modelo económico actual sostiene una lógica de crecimiento ilimitado que mercantiliza el trabajo y condena a las personas a la dependencia consumista. El hecho de considerar posible un crecimiento ilimitado en un planeta con recursos finitos es, dicho claramente, un absurdo; pero economistas, empresarios y políticos se empeñan en hacernos creer que el crecimiento es posible y que sólo se consigue con más trabajo y más consumo.

Curiosamente —es un decir— la clase política se ve incapaz de hacer frente a los múltiples problemas que se derivan de esta concepción estrecha y sesgada, por lo que la ciudadanía pierde todo interés en la política en general y, por ende, en la gestión de sus propios asuntos, cedida así a un grupo minoritario que sólo se preocupa por aspectos macroeconómicos. La actividad propia de personas que viven en sociedad queda restringida a niveles mínimos, siendo las elecciones la actividad que se nos ofrece como más participativa.

Utopía defiende la refundación del sistema democrático para poder actuar y ejercer nuestros derechos. Para ello optan por lo que llaman la democracia local: un sistema que exige la participación permanente de los ciudadanos para fomentar el interés general. Para llegar a este punto los autores proponen diversas reformas o acciones a llevar a cabo: unas son sencillas y razonables, como puedan ser la disminución progresiva de la lógica consumista, el establecimiento de nuevos indicares de riqueza (puesto que el PIB no es un valor referencial justo) o un apoyo constante a la reforestación; otras son más complejas de poner en práctica, como son la reducción del tiempo de trabajo, la eliminación de la energía nuclear o el acceso garantizado a un sistema de salud público; y, por último, unas cuantas son realmente difíciles de articular debido a la rigidez del sistema actual, como la instauración de una renta básica de ciudadanía, la revisión de los derechos de los trabajadores o un acceso
universal a la cultura.

El movimiento Utopía es consciente de las limitaciones de su proyecto y de las dificultades que entraña el poner en práctica algunas medidas. En este sentido hay que resaltar su realismo, ya que son conscientes de la necesidad de utilizar el actual sistema político como plataforma mediante la cual se pueden empezar a dar a conocer sus ideas; actualmente hay integrantes del movimiento en diferentes partidos políticos de la izquierda francesa y mediante conferencias, debates, ciclos y jornadas tratan de darse a conocer a nivel europeo.

Más allá de su importancia a un nivel local, lo cierto es que la iniciativa nos indica el camino a seguir en un futuro próximo para enmendar el actual estado de cosas. Temas tan centrales como la sostenibilidad, la apuesta por los servicios públicos y el cuestionamiento del consumismo son capitales para cambiar nuestra forma de pensar y actuar; sólo si modificamos nuestra relación con la sociedad (es decir, nuestras relaciones con los demás) y aceptamos la responsabilidad personal que todos detentamos dentro de nuestro mundo, seremos capaces de cambiar algo. Utopía nos da algunas pistas de cómo hacerlo y un pequeño impulso para ponernos en marcha: ahora debemos ser nosotros quienes decidamos qué hacer.

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