domingo, 7 de noviembre de 2010

Ignacio Ramonet gana el Premio Antonio Asensio de Periodismo

"Quedan muchas injusticias en el mundo que justifican una concepción del periodismo a favor de más libertad, justicia y democracia". Así lo afirma Ignacio Ramonet al recibir el Premio Antonio Asensio de Periodismo, otorgado por el Grupo Zeta

Ignacio Ramonet plantó anoche cara, desde la tribuna del Petit Palau de la Música en Barcelona, a todos aquellos que defienden que el periodismo -y el periodista- ya no son necesarios, que afirman que la información circula más libre, más abundante y más transparente que nunca. Frente a ellos, sentenció que no: que «la masa de información oculta supera en muchos temas lo imaginable», que «en democracia la batalla por la libertad de expresión nunca está definitivamente terminada», y que los periodistas deben existir porque una de sus tareas es «ampliar los límites de esa libertad».

La entrega del octavo Premio Antonio Asensio de Periodismo, el galardón que concede el Grupo Zeta en memoria de su fundador, fue -probablemente muchos anticipaban que al ser Ramonet el premiado sería así- reivindicativa: una tranquila pero robusta reivindicación del periodismo.

Ramonet, director de la edición española de Le Monde Diplomatique y figura prominente de la izquierda -el president, José Montilla, en su discurso, recordó que se le ha otorgado el premio «en tanto que periodista y activista, por su trabajo en Le Monde Diplomatique pero también por sus iniciativas sociales»-, puso la difusión de documentos del Pentágono que el pasado fin de semana hizo Wikileaks como ejemplo del periodismo con etiqueta: la etiqueta de necesario. «Últimamente, algunos grandes conglomerados de comunicación de talla continental y hasta planetaria quieren convertir el periodismo en un entretenimiento domesticado, en una aborrecible simplificación de la realidad. Lo importante se diluye en lo trivial y el sensacionalismo sustituye a la explicación. Afortunadamente, incluso en este nuevo contexto pueden surgir fuerzas resistentes, como nos lo está demostrando Wikileaks».

Sin decirlo, sin embargo, Ramonet insinuó que Wikileaks es más la excepción y menos la regla. «La prensa escrita -señaló- vive uno de los momentos más difíciles, y el periodismo atraviesa por una grave crisis de identidad. Lo digo sin nostalgia, porque no creo que haya existido una edad de oro del periodismo. Hacer periodismo de calidad jamás ha sido fácil, siempre ha comportado riesgos y amenazas: el poder político y el poder del dinero, y a menudo los dos, han tratado siempre de coartar su libertad».

Frente a este estado de las cosas, «el periodista debe reafirmar su rabiosa voluntad de saber y comprender para poder transmitir», dijo Ramonet. «Cuando todos los medios se dejan arrastrar por la velocidad y la instantaneidad, el periodista debe considerar que lo importante es frenar, ralentizar, concederse tiempo para la duda, el análisis y la reflexión. La información es algo muy serio, porque de su calidad depende la calidad de la democracia». Y un último llamamiento: «Quedan muchas injusticias en el mundo que justifican una concepción del periodismo a favor de más libertad, justicia y democracia».

El del premiado no fue un discurso aislado. Con su diagnóstico de las cosas coincidieron, palabras más, palabras menos, tanto el president Montilla -quien dijo que «las nuevas tecnologías no deberían suponer la desaparición de la profesión periodística», defendió al informador profesional en tiempos de saturación de datos y reivindicó a los periodistas «profesionales, rigurosos y con independencia de criterio»-, sino también el presidente de la comisión ejecutiva del Grupo Zeta, Juan Llopart, que habló de los «momentos inciertos y confusos que vive el periodismo» (debidos, en parte, según dijo, a la «vertiginosa revolución tecnológica»), y reivindicó el rigor intelectual, la profesionalidad y el compromiso en las salas de redacción. Valores que, dijo, representa Ramonet.

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