martes, 18 de octubre de 2011

I-cracia. La otra cara de Apple.

Samuel García Arencibia | Quilombo

Fotografías "Honor killing" y "Targeting", de la serie "12LVE", por Michael Tompert y Paul Fairchild.

La beatificación mediática de Steve Jobs, cofundador de Apple Inc. y excelente comunicador, ha apabullado incluso a algunos de sus más fervientes admiradores. En la vida y en la muerte la figura de Steve Jobs fue y es, pues, árbol cuya santidad mistifica el bosque en el que vivimos. Habrá que hacer como Tompert y Fairchild con sus fotografías: reventar -metafóricamente hablando- nuestros preciosos cachivaches y ver qué nos revela su interior.

Lo primero que encontramos bajo la superficie de un ipad, un iphone o un Macbook es la enorme cantidad de trabajo que incorpora, tanto el que se contabiliza como el que no. Para producir los iphone hacen falta decenas de miles de personas que trabajan en más de treinta compañías en tres continentes diferentes. Dentro del ciclo productivo lo más conocido es, en un extremo, el trabajo bien remunerado de los diseñadores del producto en la sede de Cupertino y, en el otro, la explotación de los trabajadores chinos de la subcontratista Foxconn. La organización hongkonesa SACOM (Students & Scholars Against Corporate Misbehaviour) documenta y denuncia las duras condiciones de explotación de los obreros y obreras que fabrican los productos de la marca Apple, que el año pasado provocaron una oleada de suicidios. El salario básico de un obrero de Foxconn en Zhengzhou es de aproximadamente 158 euros mensuales, de los que se deduce el consumo de alimentos en la fábrica y el alquiler de un dormitorio en sus instalaciones. Este salario corresponde al pago de las horas legalmente establecidas, y no tiene en cuentra las horas extra que habitualmente llegan a las 50-80 horas mensuales. Un trabajo que además es insalubre: muchos trabajadores están constantemente expuestos a sustancias tóxicas, muy perjudiciales para su salud, sin la protección adecuada. Otro aspecto es el disciplinario, con un estilo de reclutamiento y de gestión que se asemeja, según declaran los propios trabajadores, al militar: son sometidos a constantes humillaciones y presiones y se les amenaza con el despido y su sustitución por robots. Un ejemplo es la retención de salario en enero durante el año nuevo chino: los migrantes desean pasar las fiestas con sus familias y como las vacaciones son cortas, prefieren ser despedidos y volver a ser contratados después. Para asegurarse la continuidad de las operaciones y evitar la fuga de trabajadores, Foxconn suele retener ilegalmente parte del salario con la promesa de retribuirlo en febrero. La presión aumenta en vísperas del lanzamiento mundial de un nuevo producto Apple.




Vídeo de denuncia elaborado por Sacom (Hong Kong).


El trabajo de los obreros subcontratados de Foxconn no es el único que contiene el iphone o el ipad. Ellos ensamblan lo que les llega de otras empresas repartidas por el mundo. Las pantallitas del iphone usan tecnología Retina Display, que fabrica la empresa surcoreana LG Display. El sistema táctil del iphone o el ipad lo desarrolla la empresa china TPK con capital alemán. El sistema de memoria Flash lo fabrica Samsung. Miles de mineros africanos, con frecuencia desde la economía informal o de guerra, extraen el material del que están hechos los sueños digitales: el coltan con el que se fabrican los circuitos impresos del iphone y otros teléfonos móviles. Y así hasta conseguir una compleja estructura de producto global.

Aquel nivel primario de explotación laboral coexiste con otro nivel de explotación, el que alude al trabajo que no se puede objetivar. El de la inteligencia colectiva, el trabajo inmaterial que se manifiesta en las redes sociales (producimos contenidos para Google, Facebook, etc.), en el magma social de ideas del que se retroalimenta la creatividad individual de un tipo como Steve Jobs y en el "ecosistema" social y creativo que genera Apple y que le da su valor de marca. Un valor que en 2011 alcanza los 345.000 millones de dólares cotizados en bolsa, superando por primera vez la capitalización de Exxon. Esta cotización no tiene sentido si nos atenemos únicamente a sus activos materiales. En su capitalización bursátil se valoran otros activos como la capacidad de innovación, la red de clientes y usuarios y su potencial de crecimiento, etc. Como otras grandes empresas, Apple también trata de capturar y encerrar el saber hacer social con patentes de propiedad intelectual y redes cerradas de las que pretende extraer rentas monopólicas. De hecho, una de las principales críticas que se dirigen a Apple es el hecho de que trate de configurar sistemas propietarios excesivamente cerrados. Si pese a todo a Apple de momento le va bien tal vez sea porque se percata de lo agotador que puede ser esta conminación a que seamos abiertos, creativos, productivos, interesantes, constantemente, en cada momento de nuestras vidas. Productos como el ipad, con su funcionalidad sencilla y relativamente pasiva, sin multitarea, dan la impresión de que nos ahorran un trabajo, de que nos pone las cosas fáciles. El hecho de que restrinja las opciones de los consumidores puede ser visto como un problema, pero también como un alivio. Pagamos un poco más para sentirnos un poco menos explotados. Otra cosa es que efectivamente sea así.

El diseño brillante de Apple oculta también la contaminación que deriva de su producción. En China la producción de circuitos impresos y de baterías, conduce a la emisión de cantidades notables de metales pesados. Los vertidos de desperdicios de estos productos electrónicos de vida corta también afectan seriamente al medio ambiente y a la salud humana.

El mundo Apple incluye todo esto, pero también el uso que damos a sus productos, el disfrute de sus aplicaciones. Exactamente como sucede con cualquier otra gran corporación industrial. ¿La solución consiste en no comprar ordenadores, no usar las redes sociales, emplear exclusivamente software libre? Según uno de los miembros del grupo italiano Wu Ming, esta es una pregunta mal planteada:

"Es cierto que construir sobre la base de redes sociales diferentes, que funcionen con software libre y que no se basen en el comercio de los datos sensibles y de las relaciones es muy bonito y está muy bien. Pero también lo es el mantenimiento de una presencia crítica e informativa en los lugares donde vive y comunica la mayoría de las personas, quizás experimentando modos conflictivos de utilización de las redes existentes.

Hace demasiado tiempo que dura la hegemonía de un dispositivo que "individualiza" la revuelta y la lucha, poniendo el acento ante todo sobre lo que puede hacer el consumidor (este sujeto que reproduce continuamente tecnologías sociales precisas) : boicot, críticas, elecciones personales más radicales, etc. Las elecciones personales son importantes pero: 1) Con demasiada frecuencia, esta manera de reflexionar desencadena un concurso a ver quién será más « coherente » y el más « puro », y habrá siempre alguien que esgrimirá elecciones más radicales que las mías: el vegano ataca al vegetariano, el frugívoro ataca al crudista que ataca al vegano, etc. Cada uno reivindica estar más « afuera », ser más « exterior » a la valorización, imágenes del todo ilusorias. 2) El consumidor es el último anillo de la cadena distributiva, sus elecciones llegan a la desembocadura, no a la fuente."

Probablemente no podamos evitar estar dentro. Como dice Wu Ming, la cuestión es entonces cómo estar "dentro y contra". Así, "ocupar Wall Street", es también "ocupar" Cupertino, Silicon Valley, Mountain View...

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=137460

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