jueves, 21 de junio de 2012

Humo verde en Río+20, pero humo al fin. Un artículo de Antonio Cerrillo

A continuación unas primeras valoraciones de los "consensos" conseguidos en Rio+20. O mejor dicho, los desencuentros silenciados bajo el juego diplomático. Otro ejemplo más de la cegera de muchos ante una crísis, la ecologica, que se avecina y que será implarable.



Antonio Cerrillo | La Vanguardia

La conferencia de Río+20 ha roto los esquemas de funcionamiento tradicional de este tipo de encuentros. Habitualmente, en estas cumbres había un clímax, un crescendo que permitía a lo largo de los días visualizar los grupos de interés, las presiones, la aparición de los diferentes actores y asistir a las acciones de protesta de las organizacines ecologistas especializadas en imaginar la imagen que golpea la conciencia social.
Pero ahora todos los contrapoderes parecen haber desaparecido. Los derrotados por un acuerdo de antemano poco ambicioso no logran ni hacer oír su voz. El acuerdo (preacuerdo, borrador de declaración... como se quiera llamar) se ha impuesto como una losa, desde el primer momento; es como si la ONU no fuera ya el escenario en el que se visualizan las diferencias.
La tierra tiene "límites biofísicos", pero el ansia de crecimiento no quiere poner fronteras al desarrollo. En esta ocasión, en esta conferencia, las conclusiones han surgido casi antes de que empiece el desfile de intervenciones ministeriales. El foco de atención ya no se ha concentrado en la cumbre. El preacuerdo, promovido por Brasil, se gestó antes de que llegaran los jefes de estado. Es como si la trastienda hubiera funcionado a la perfección, de manera que a la luz solo surge aquello que ya se presenta como irremediable, incontrastable.
¿Quién ha tramado este guión? ¿Quién ideó este relato? "La diplomacia brasileña siempre ha sido reconocida", recuerda Miquel Ortega, observador de estas conferencias internacionales. "¿Qué van a hacer ahora los líderes durante estos largos días de discursos?", se pregunta Ortega. Y lo más terrible es que esta estrategia apaga la voz de la sociedad civil, cree Ortega. Y que no hay ni rastro de culpables del fracaso.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, dice que el acuerdo no es lo que querían, que no está a la altura del reto, pero lo da por bueno. Brasil lanza elogios, autoelogios, sobre el pacto que impone el consenso con el apoyo de China, India y otras potencias emergentes.
Y ¿Estados Unidos? Sabedor de que lo que se venía encima, es decir, un acuerdo de mínimos en forma de lugares comunes entronizado por las potencias emergentes, ha dejado que éstas actúen. Se ha mantenido en segunda fila. Y logra eludir la imagen tradicional de malo de la película en las cumbres. Si la Tierra continúa su degradación, ¿es eso un crimen? ¿Un crimen sin una mano detrás?


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