miércoles, 27 de junio de 2007

La vida de Idris Ali (versión entrevista de La Contra)

... Y si antes os hemos presentado una versión extendida de la vida de Ali, ahora os presentamos la versión entrevista de la misma, que los amigos de La Contra nos han enviado.

IDRIS ALI • ESCRITOR NUBIO
"He sobrevivido a cinco intentos de suicidio"
IMA SANCHÍS - 27/06/2007

65 años. Nací en Qersha, un pueblo de la Nubia egipcia, y vivo en El Cairo. Estoy casado, tengo dos hijas y un nieto. Hice la carrera militar y he sido administrativo en una empresa de construcción. El problema de los políticos egipcios es la corrupción, su expolio está destruyendo el país. Soy ateo. Acabo
de publicar El nubio (Icaria)


- Tuve una infancia dura, triste y pobre.

- ¿No era feliz corriendo libre junto a las orillas del Nilo?

- Mi pueblo pasaba hambre y su sueño era comer; el de mis compañeros, tener un par de zapatos nuevos para ir a la fiesta. Yo leía y quería ser alguien.

- ¿Ser alguien?

- Sí, ser un futbolista famoso, un actor o un escritor y no seguir los pasos de mi padre, que era portero de una empresa en El Cairo. Intenté varias veces escapar del pueblo y reunirme con él en El Cairo, donde mis sueños eran posibles, y a los 10 años lo conseguí.

- ¿Cómo escapó?

- De polizón en un barco y luego bajo los asientos de un tren. Encontré a mi padre viviendo en una agobiante habitación del barrio de Bulak.

- ¿Cómo eran sus calles?

- Estrechas. En ellas, los niños y jóvenes jugábamos y allí acudían reclutadores de todo tipo: unos buscaban futuros futbolistas; otros, maleantes para formar, otros querían reclutar jóvenes para engrosar la cantera de comunistas o islamistas.

- ¿No se metió en ningún lío?

- Yo seguía a los chicos que atracaban a los amantes que se besaban en sus coches a orillas del Nilo. Un día, un hombre bajó del coche y todos huyeron menos yo. Fui detenido y en comisaría sufrí un intento de violación.

- Mal comienzo.

- Por eso mi padre me compró un caftán, un cinturón verde y un fez y me puso a trabajar de sirviente en una familia de clase media egipcia; ése era el destino de los nubios.

- ¿Le trataron bien?

- La dama de la casa leía mucho, cogí uno de sus libros, de Gorki, lo acabé en una noche; era diferente, no contaba aventuras, hablaba de miseria y pobreza, era como si me estuvieran contando mi propia historia.

- ¿Y la dama no se enfadó?

- Me pasó libros de Hemingway, Shakespeare, Dostoyevsky y Chejov e insistió en que volviera al colegio. Mi padre, con gran esfuerzo, me pagó un colegio privado; yo ayudaba con lo que ganaba como mozo o planchador, pero aun así no pudimos aguantar.

- ¿Y se acabó la escuela?

- Sí. No había bibliotecas para pobres, sólo los centros comunistas o islamistas. Me matriculé en el centro de estudios islámicos, pero yo quería mantener mi independencia. Intenté ser alguien en la música y el baile, y no tuve éxito. Me harté de la vida y comenzaron mis intentos de suicidio. Yo lo quería todo o nada.

- ¿Por eso se alistó en el ejército?

- Sí, 13 años de sufrimiento, una vida dura y brutal, pero era mi única opción para comer si no quería ser un sirviente. Participé en la guerra de Yemen y en la de los Seis Días.

- ¿Qué aprendió del ser humano?

- En el ejército no hay humanidad. Fue tiempo perdido. Durante la guerra tuve una muy buena relación con los yemeníes, aunque combatí contra ellos y maté.

- Mientras, la alta presa de Asuán obligó a emigrar al pueblo nubio.

- Sí, unos hacia el norte, otros hacia el sur. Fue una separación geográfica y familiar, una herida profunda e injustificable. Nos alejaron del Nilo.

- Pero los llevaron a zonas con colegios y hospitales, como usted quería.

- Nuestra vida era el Nilo, para lo bueno y para lo malo. Antes de que llegasen las religiones, el Nilo era nuestro dios. Vivíamos en él. Mi abuelo no dejó de llorar desde que salió del pueblo. Él y muchos de su generación murieron de tristeza. Aquel éxodo terminó con la civilización nubia.

- ¿Qué fue de usted?

- Me fui a Libia, vendía entradas en un cine. Seguí escribiendo, pero sólo conseguí publicar un cuento corto. No fue hasta 1993, con Dongola,cuando conseguí publicar en el extranjero y obtuve cierto reconocimiento. Aun así, mi vida ha sido un viaje desastroso.

- Siempre hay algo bueno.

- He escrito seis novelas y no he conseguido tener los ingresos suficientes para vivir dignamente. No quiero un chalet, ni siquiera un coche, sólo lo necesario para comer, para mis cigarrillos y mis cervezas.

- Entonces, ¿nada bueno?

- Absolutamente nada, he sobrevivido a cinco intentos de suicidio, ¿qué tipo de vida es ésa? Tanta pelea, tanto escribir..., ¿para qué?

- Está la amistad, el amor, los hijos...

- La vida es aburrida, aburrida y aburrida. Quiero a mis hijos, me encanta mi nieto, pero cada mañana al levantarme me digo: "Todavía tengo que seguir otro día más aquí".

- ¿Qué quiere?, ¿reconocimiento?

- No. La felicidad tiene que venir de dentro, hay pobres que creen en el más allá y son felices. Para mí, la felicidad sería una historia de amor verdadera, alguien que te acompañe; la tuve, y fue un fracaso.

- ¿Y el sentido del humor, señor Ali?

- Es lo único que me saca de la monotonía; unos amigos, un poquito de hachís...

- Algo es algo....

- El día más feliz de mi vida fue cuando nació mi nieto. Él hace que me levante todos los días y me ponga una ropa decente. Pese a ello, la vida no me gusta, quizá lo que he leído me ha dado esa percepción del mundo.

-... Pues ha escogido fatal, porque el suyo es un pueblo festivo.

- Es cierto, somos muy folklóricos; nos cuesta muy poco montar una fiesta, somos excesivos: una boda son cuarenta días de fiesta.

- ¿Se queda al margen?

- No, ja, ja. A mí me gusta cantar y bailar. Y ahora mismo me siento feliz, me gusta conversar, pero añoro el aire acondicionado.

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