jueves, 8 de noviembre de 2007

Entrevista a Susan George

Nuestro departamento de prensa tuvo oportunidad de hacerle una entrevista a Susan George en ocasión de la publicación de El pensamiento secuestrado. Parte de lla ha sido publicada en el segundo número de la revista Literata. Aquí la reproducimos en toda su extensión.

Pregunta: Leyendo su nuevo libro, y conociendo su obra anterior, quizás podamos vincular El pensamiento secuestrado a El Informe Lugano, en el que se narra una supuesta convención de hombres sin rostro dispuestos a todo para hacer perdurar el capitalismo. ¿Ha ideado este trabajo como un potente final a Informe Lugano donde se descubren los nombres y apellidos de los hombres que controlan el mundo?

Respuesta: No, sinceramente; es Ud. la primera persona que me hace ver esa conexión. Durante treinta años, desde mis primeros libros sobre el hambre, he investigado los diversos aspectos del poder y este último no es una excepción. Demuestra la real y documentada apropiación del poder en una determinada cultura, los Estados Unidos, por parte de personas poderosas que sabían exactamente lo que querían y desarrollaron una estrategia para alcanzar sus fines. No sería difícil imaginar a esas personas como aquellos que encargaron el Informe Lugano o quienes lo redactaron; la diferencia es que el Informe era ficción (aunque ficción basada en hechos) y la gente que organizó la conquista religiosa y secular del poder en EE.UU. son personas muy reales, razón por la cual lo acontecido es mucho más terrorífico. No obstante, ambos libros son similares en lo que respecta al nivel de información en que se basan.

P: Uno de los pasajes más brillantes de este libro es, a mi modo de ver, la explicación de cómo las políticas ultraconservadoras se han apoderado absolutamente de todo el panorama cultural, político, religioso e intelectual de Estados Unidos. Reconozco que, quizás ingenuo en exceso, hasta ahora no me explicaba cómo Estados Unidos había llegado a tal deriva. En este sentido, su libro es revelador. Quizás sea una pregunta estúpida, pero no me resisto a formularla; ¿Los americanos no se han dado cuenta de su deriva? ¿Cómo se puede dar marcha atrás, si es que aún es posible? ¿Qué debe ocurrir para ello?

R: No hace falta decir que me complace mucho su reacción, pues eso exactamente es lo que pretendía demostrar. Gran parte de la ciudadanía estadounidense no es consciente de cómo se llevó a cabo tal transformación y desafortunadamente el sector progresista, que sigue allí, está enormemente fragmentado. Este tiende a concentrarse en la “política de temas únicos” y las fundaciones más progresistas, como explico en el libro, se han limitado a financiar proyectos pero no ideas. El enorme éxito, y la paradoja, de la derecha es que adoptó el programa concebido por el pensador marxista Antonio Gramsci para lograr la hegemonía cultural. La izquierda, también paradójicamente, no parece comprender la importancia de las ideas. De allí que crea que esta situación continuará aun cuando Bush haya dejado la Casa Blanca.

P: Una de las cuestiones más inquietantes de su libro es la afirmación, en muchos momentos del ensayo, de que los sectores más conservadores de Estados Unidos han aprendido las lecciones de la historia y han sofisticado sus discursos para hacer frente al pensamiento progresista. ¿Hasta qué punto las fuerzas progresistas han reaccionado? ¿Cómo deberían organizarse para hacer frente a esta embestida neoliberal y ultraconservadora que ya dura décadas?

R: La derecha ha aprendido perfectamente cómo comunicar, cómo hacer uso de la retórica y cómo aparentar que siempre está a favor del bien común para todos, mientras que en realidad sólo incrementa los privilegios de los ricos e ignora completamente las desigualdades sociales y económicas. Sólo basta con mirar los nombres con que designan a las organizaciones a las que financian. Todas suenan increíblemente progresistas. También se han adueñado de las instituciones (otra vez el programa de Gramsci), desde las universidades hasta las iglesias, los partidos y la prensa. Y más. Obviamente, este ataque no se detiene en las fronteras de los Estados Unidos. La mejor defensa en Europa es tomar nota de lo que ha acontecido y de lo que sigue aconteciendo, para no acabar siendo víctimas inconscientes. Eso implica que las personas progresistas dentro de todas esas instituciones deberían estar en guardia y ayudarse mutuamente para resistir y prevalecer.

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