jueves, 10 de enero de 2008

Reseña del libro El origen de la simetría, de María Salvador, en la revista Quimera

Quizá sea una de las colecciones de Icaria Editorial menos conocidas por el gran público, pero no por ello deja de ser una muy buena colección de poesía en la que autores tan reconocidos como Fiedrich Hölderlin, Georg Trakl, T. S. Eliot, Robert Walser, o Li Po, conviven con jóvenes promesas que vienen avaladas por el director de la colección, Jesús Ortiz. Una de estas últimas es María Salvador (Granada, 1986), que ha pubicado recientemente con nosotros El origen de la simetría.


Este libro ha merecido una elogiosa recensión por parte de Eduardo Moga, para la prestigiosa revista Quimera, de la cual nos permitimos transcribir algún fragmento.










[...] El origen de la simetría documenta el esfuerzo por delimitar la identidad: por entallarla en el magma dentellante del mundo. Y este esfuerzo se plasma en la dureza del lenguaje empleado, que recurre tanto a la árida exactitud del vocabulario científico como a un habla percutiente, manchada de sangre e ira. Ambos extremos se reflejan en la metáfora vertebral del poemario: la bíblica fraternidad de caín y Abel, y su sanguinario fracaso. La delimitación de su identidad, tras los edénicos avatares de sus padres, acarreó la primera muerte; la búsqueda de los hermanos de un espacio propio frente la otredad, vasta e incomprensible, se convierte en símbolo del doloroso deseo de existir.

[...]La sangre, el dolor y la muerte recorren el libro, aunque no son testigos unívocos: no sólo simbolizan la lucha por la configuración del yo, sino también la visión apesadumbrada de un mundo convulso, del que se evoca la matanza de la escuela de beslán, las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, el 11-S o los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez. Esta ferocidad elocutiva —de derivas, con frecuencia, irracionales— no empece la finura formal de El origen de la simetría, en el que conviven arduos cientifismos con felices aliteraciones, compactos poemas en prosa con delicados haikús.


Eduardo Moga, Quimera, núm. 290, enero 2008.

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