sábado, 13 de marzo de 2010

Exhaustivo análisis de las elecciones iraquíes, por Pedro Rojo (III)

Dudas sobre el proceso y el resultado


Este ambiente de incertidumbre quizá explique la reactivación de la campaña de “desbaazificación” desatada de nuevo en todos los estamentos sociales por los aparatos del Estado controlados por al-Maliki y los partidos sectarios chiíes. El fracaso en la consecución de la “libertad y democracia” que prometió el presidente George W. Bush a los iraquíes en 2003 pone en cuestión todo el proceso político, que está asociado a la ocupación estadounidense, y empuja a algunos ciudadanos iraquíes a perder el miedo y defender abiertamente en televisión que “en tiempos de Saddam se vivía mejor”. Pero a día de hoy, el debate sobre la realidad inapelable de la presencia del Baaz en la sociedad iraquí se va a seguir postergando, a pesar de que políticos de la importancia de Amar al-Hakim, líder del CSII, pidiese en noviembre de 2009 la participación de los baazistas no saddamistas porque “el dossier de los baazistas debe cerrarse. No debe quedar pendiente de por vida”. Sin embargo, la contestación fue contundente por parte del resto de los grupos chiíes: “el Baaz, como pensamiento y como institución, está prohibido constitucionalmente”. Es evidente que la cuestión del partido Baaz y su participación en la vida iraquí está cerrada en falso y debido a la actual campaña en su contra se está produciendo un aumento de su popularidad entre el pueblo iraquí y de su fuerza como alternativa al actual proceso político. A medio plazo, esta alternativa es potencialmente peligrosa en caso de que se planteen abiertamente dudas sobre la legitimidad y la transparencia de los resultados de las próximas elecciones. Mantener al margen del proceso político a una fuerza potencialmente importante siempre planteará un interrogante sobre la legitimidad del mismo y hará imposible saber el apoyo real que sigue teniendo el Partido Baaz entre los iraquíes.

Estas dudas no sólo han sido lanzadas por los grupos políticos o agrupaciones de tribus que han llamado al boicot, sino también por analistas y editorialistas de los principales medios estadounidenses y europeos, además de políticos como el eurodiputado Struan Stevenson, presidente de la Delegación del Parlamento Europeo para las Relaciones con Iraq, quien ha escrito: “La situación actual es repugnante y ha ensombrecido la legitimidad de todo el proceso electoral […] Los débiles cimientos de la democracia ya están convertidos en polvo, una señal para el lóbrego futuro de Iraq”. El análisis de Reidar Visser, investigador del Instituto Noruego de Relaciones Internacionales de Oslo, no es más positivo: “Es difícil describir estos acontecimientos como algo más que el fallo total del sistema de la nueva democracia iraquí […] Sigue habiendo serios límites para la democracia y para el gobierno del Estado de Derecho en el país”.

La previsión estadounidense de inestabilidad política y aumento de la violencia sectaria ha sido descrita por el general Kevin Mangum, responsable de las tropas estadounidenses en el este de Bagdad, como “nuestro mayor temor”. Esta posibilidad puede llevar a un replanteamiento del calendario de retirada de las tropas estadounidenses de Iraq, según anunció el 22 de febrero desde el Pentágono el general Ray Odierno, máximo responsable militar estadounidense en Iraq.
Escenarios poselectorales


En este contexto, los resultados de las elecciones pueden arrojar una amplia gama de escenarios futuros, de los que destacan tres:

1. Reparto confesional-sectario de los escaños del nuevo Parlamento. Si se cumplen las previsiones de los análisis mayoritarios y los iraquíes que acudan a votar lo hacen en clave sectaria y los no sectarios deciden no acudir a las urnas, entonces la listas pro-iraníes, junto con la Alianza Kurda, serán las grandes vencedoras,. Esta sería la columna vertebral del futuro gobierno, un gobierno más radical, más vinculado a Irán y que retomará el proyecto federal para Iraq.

2. Una victoria de las listas no confesionales apoyadas por EEUU. Este resultado sería sólo una sorpresa relativa, pues esta fórmula ya consiguió muy buenos resultados en las elecciones de 2009 a pesar de la maquinaria del Estado, de la maquinaria mediática (se calcula que hay hasta 60 canales por satélite subvencionados por Irán) y paramilitar que se usó en su contra. Las encuestas que manejan las Embajadas de EEUU y el Reino Unido avalarían estos resultados. Pero seguramente se trate de encuestas que fueron realizadas antes de la exclusión de al-Mutlak. Este hecho tendrá un efecto más allá del peso específico de su persona en la lista al-Iraquiya, sobre todo una vez que ha decidido cambiar su decisión primera llamando al boicot y participar en la campaña electoral. El método de exclusión de candidatos ha generado mucho descontento y escepticismo sobre la transparencia de las elecciones a la vista de la hegemonía iraní demostrada en el proceso preelectoral y de la incapacidad de EEUU de hacerle frente.

3. Un reparto similar de escaños entre los partidos chiíes, kurdos y no sectarios y la reedición del actual gobierno de unidad nacional. Esta sería la mejor de las soluciones malas tanto para iraníes como para estadounidenses. Los primeros seguirían controlando el país, mientras que los segundos se aseguran cierta estabilidad a corto plazo para gestionar la retirada según está programado. El gran perdedor de este tercer escenario sería el pueblo iraquí, que continuará cuatro años más siendo rehén de una clase política concentrada en satisfacer proyectos exteriores que profundizarían en la división de la sociedad, al tiempo que trataría de lucrarse a gran velocidad ante un futuro incierto a corto plazo.

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