jueves, 31 de enero de 2008

Entrevista con Silvia Calamati, sobre su libro Las hijas de Erin

Aprovechando la presencia de Silvia Calamati en Barcelona, autora de Las hijas de Erin, nos permitimos transcribir la entrevista que concedió al diario Gara, el día 26 de junio 2007. Calamati presentara su obra mañana viernes en el Pati Llimona [más información aquí].



«Espero que el proceso de paz en Irlanda traiga justicia»
SILVIA CALAMATI
Periodista y autora del libro «Las hijas de Erin»

De la mano de Ahotsak, la periodista italiana Silvia Calamati viajó a Bilbo para relatar su experiencia en el conflicto irlándes y las vivencias de las mujeres irlandesas, recopiladas en el libro «Las hijas de Erin». Veintiún entrevistas en profundidad que abarcan treinta años de protestas, sufrimiento, dolor y pérdida, pero que también hablan de capacidad de superación y de lucha por la verdad y la justicia.


Ainara LERTXUNDI DONOSTIA

Siendo aún estudiante de periodismo, Silvia Calamati viajó al norte de Irlanda para hacerse eco de la huelga de hambre de los presos republicanos. Con ella llevaba una foto en blanco y negro de Bobby Sands que, según afirma, le cambió la vida. Ése fue el principio de una larga relación con el conflicto irlandés que le llevó a escribir «Las hijas de Erin». Su deseo, que el proceso de paz traiga justicia.

¿Qué le empujó a reflejar en un libro la experiencia de las mujeres en el conflicto irlandés?

Mi intención, en un principio, no era escribir un libro, sino traerme de vuelta a casa todo el sufrimiento plasmado en las entrevistas que había realizado. Durante mucho tiempo no fui capaz de hacer nada con ese material porque para mí era realmente duro volver a escuchar aquellas voces de dolor. Pero en marzo de 1999 sucedió algo que cambió mi parecer. Aquel año, una bomba colocada debajo de su vehículo mató a la activista Rosemary Nelson. Dos meses antes había comparecido en el Congreso estadounidense para denunciar la presión a la que estaban siendo sometidos los abogados en el norte de Irlanda.

Cuando murió, me dije a mí misma que si empezaban a matar a defensores de los derechos humanos como Nelson y, anteriormente, Pat Finucane, ¿quién iba a defenderlos? Así que decidí empezar a transcribir todos estos testimonios. Fue muy duro y doloroso. En algunos había un profundo silencio, otros fluían como un río. Sentía que tenía una deuda con estas mujeres que aun no conociéndome me había confiado sus sentimientos. Pero no quería escribir una historia lacrimógena y patética; eso hubiera sido lo más fácil. Quería contar una historia, sin comentarios añadidos, para que la gente decida por sí misma.

La ayuda fue recíproca; yo les di voz y ellas me ayudaron a escribir mi propia experiencia en el norte de Irlanda; hasta ese momento, no había sido capaz de escribir ni una sola línea.

¿Qué destacaría del testimonio de estas mujeres?

En los conflictos bélicos, las mujeres son como los niños. La mayoría de las veces, las mujeres se quedan al cargo de la casa, con los hijos; tienen que ser madres y padres al mismo tiempo, mantener a la familia y a la comunidad unida, ir a prisión a visitar a sus maridos o hijos. En definitiva, tienen que desempeñar diferente papeles y se presupone que siempre deben ser fuertes.

A mi mente vienen nombres como Emma Groves, que se quedó ciega a causa de una bala de plástico. Desde entonces, se afanó en denunciar las graves consecuencias que provocan estas balas; se concentró ante las empresas donde las fabrican.

Recuerdo a Mary Nelis, una de las primeras personas en ponerse una manta encima en diciembre de 1976 y salir a la calle para dar a conocer y concienciar sobre la protesta que estaban llevando a cabo los presos republicanos. Ella y otras dos mujeres se concentraron frente al obispo en Derry ataviadas tan sólo con una manta.

Me acuerdo también de Geraldine Finucane que, junto a sus tres hijos, presenció cómo mataban a su esposo Pat Finucane en 1989. Nunca ha dejado de luchar por la verdad.

En su libro también hay espacio para la esperanza porque, además del dolor sufrido, las voces de estas mujeres hablan de la capacidad de sobreponerse.

Sí, pero es un proceso muy difícil porque deben luchar contra sus propios sentimientos. Aún es más difícil si cabe por la falta de justicia; saben que han matado a su hijo pero el culpable sigue libre. Espero que el proceso de paz traiga justicia a estas mujeres y reforme las estructuras policiales, el Ejército y los servicios secretos. De otra manera, ¿cómo se puede confiar en estos organismos y en el Gobierno si en el pasado cometieron esos crímenes y nadie ha sido juzgado? En otras palabras, hay que dar justicia. Considero, además,, que el diálogo es lo más importante; hay que esperar el momento adecuado. Si se persiste en el intento, el proceso de cambio llegará.

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