En breve publicaremos en Icaria Editorial un libro de Xulio Ríos sobre las transformaciones decisivas de la China actual. Para ir introduciendonos en tema tan importante como este os dejamos un artículo suyo sobre el XVIII Congreso del Partido Comunista de China. un congreso clave para los equilibrios de poder a nivel mundial y para los mermados derechos de la población china.
Xulio Ríos| Rebelion.org
El 8 de noviembre se inaugura en Beijing el XVIII Congreso del Partido
Comunista de China (PCCh). El cónclave se reúne cada lustro y consiguió
una notable regularidad tras el inicio de la política de reforma y
apertura (1978). En esta ocasión, el PCCh se enfrenta a uno de los
relevos en el liderazgo más importantes de los últimos tiempos e
igualmente a la definición del rumbo socioeconómico y político a seguir
tras una década marcada por el énfasis del binomio Hu Jintao-Wen Jiabao
en la construcción de una sociedad armoniosa y la implementación de la
llamada concepción científica del desarrollo.
Las cuatro garantías
Las
preocupaciones centrales de los dirigentes chinos se centran en cuatro
aspectos: como garantizar el alto ritmo de crecimiento económico, como
garantizar la estabilidad social, como garantizar la preservación de la
soberanía nacional y como garantizar la hegemonía política del PCCh. En
el primero aspecto, conviene señalar que, en efecto, tras un largo
período de crecimiento de dos dígitos, la economía china encara ciertas
dificultades (el crecimiento en el tercer trimestre ascendió al 7,4%,
sumando siete trimestres consecutivos a la baja) derivadas tanto de los
efectos de la crisis global -la economía china es altamente dependiente
de las exportaciones- como de los ajustes en el modelo de desarrollo.
Aun así, el crecimiento en 2012 podría rondar el 8%. Las
transformaciones en curso en el plano ambiental, social y tecnológico,
recogidas en el plan quinquenal en vigor hasta 2015, auguran, no sin
tensiones, un cambio sustancial en el modelo productivo que no obstante
debe encarar alteraciones estructurales que no disfrutan de pleno
consenso en el liderazgo chino.
En el segundo aspecto, es preciso
tener en cuenta que uno de los efectos más nocivos de los cambios
operados en el país es el avance desmedido de las desigualdades de todo
tipo, tanto en el ámbito urbano como entre la ciudad y el mundo rural,
alcanzando uno de los niveles más elevados del mundo. En los últimos
tiempos, la preocupación por la armonía social, en un contexto de
multiplicación de los conflictos y rebeliones cívicas, reveló la
importancia de situar a las personas como referente central de las
políticas públicas. No obstante, a pesar del avance en los ingresos de
la población y de la mayor inversión pública en bienestar, las
desigualdades siguieron creciendo, al igual que el descontento social
con las políticas gubernamentales. Junto a la corrupción, las
desigualdades inciden de forma destacada en la pérdida de credibilidad
del PCCh. Los desafíos sociales, ya hablemos de política demográfica
-población flotante, planificación familiar, jubilados- o educación,
salud, etcétera., configuran uno de los retos mayores de la China
moderna.
Un tercero aspecto guarda relación con la preservación
de la soberanía nacional, un elemento esencial en un proyecto que
ambiciona cerrar el ciclo histórico de decadencia iniciado hay más de
dos siglos y que la llevó a ser víctima de la depredación occidental. El
marco de interdependencia en el que se desarrolla la economía china no
obsta para hacer hincapié en la importancia de su autonomía en todos los
planos, incluida la singularidad de su cultura, al frente de una
estrategia de afirmación de su poder blando. Esta preocupación crecerá
en los próximos años especialmente ante el temor de que una mayor
apertura al exterior de su economía debilite el actual blindaje que
protege frente a hipotéticas intervenciones desestabilizadoras externas
que podrían lograrse por medio de una mayor presencia en sectores como
el financiero (especialmente la medida que se internacionalice el yuan) o
los servicios.
Por último, las tensiones que habitan en un
partido que aglutina a 82 millones de miembros frente a una sociedad de
más de 1.300 millones que reclama dosis crecientes de autonomía frente
al poder, obliga a revolucionar las coordenadas básicas del sistema
político, un asunto que carece de consenso interno y que se conduce con
enormes reservas y timoratismo.
Dos debates principales
Las
cuestiones clave que convergen en este congreso tienen dos dimensiones
principales. En el orden económico, tras el informe China 2030 elaborado
a instancias del Banco Mundial y del Consejo de Estado, la revisión del
modelo económico es un dato central. En efecto, hasta ahora, sin
perjuicio de la existencia de una economía privada al alza, los sectores
estratégicos continúan en manos del poder público. Un estudio reciente
concluía que los beneficios de las 500 mayores empresas personales
chinas eran inferiores a los obtenidos por China Mobile o Sinopec. El
sector público, en manos del Estado-Partido, confiere un enorme poder de
intervención en la economía y en el rumbo de las políticas económicas.
La controversia, evidenciada en las diferencias entre la Comisión
Nacional de Desarrollo y Reforma y el Banco Popular Central, ilustra
sobre las posibilidades de pervivencia o no de un modelo homologable. La
insistencia en una segunda ola privatizadora con el epicentro en el
sector público será uno de los pulsos clave de los próximos años en
China.
Una segunda cuestión está relacionada con la reforma
política, a cada paso más necesaria para acompañar las profundas
mutaciones que está experimentando la sociedad china, con una clase
media ascendente, profundamente irritada ante la reiteración de casos de
corrupción o abuso de poder, las limitaciones de las libertades
públicas básicas y la incapacidad de la burocracia para tolerar mínimas
cuotas de participación social. La democracia deliberativa, ensayada a
partir de 2006, es celebrada por algunos sectores en tanto primer paso
de una democracia incremental que acepte la mayoría de edad de un país
que reclama no solamente una mayor calidad del ejercicio público sino la
revisión del actual modelo de relaciones poder-sociedad.
Si en
el XVII Congreso (2007), el PCCh se comprometió a promover la democracia
intra-partido (selección de cuadros, más transparencia, código ético
renovado), registrándose muy modestos avances en este sentido, la
demanda de un mayor control público de la acción de gobierno puede
marcar el inicio de una nueva concepción de la estabilidad que
excluyendo el pluralismo partidario ensaye la recreación de mayores
espacios para la sociedad civil.
Un eje que reclama una especial
atención es la problemática de las nacionalidades minoritarias, muy
notoriamente en Xinjiang y en Tíbet, donde se suman ya 60 inmolaciones
ponerlo fuego desde marzo de 2011. El inmovilismo en esta cuestión
representa una considerable amenaza para la estabilidad.
La política exterior
El
protagonismo ascendente de China en el entorno internacional y el
incremento de las tensiones estratégicas con sus principales
competidores auguran nuevas perspectivas para la acción diplomática
china, tanto en su articulación interna entre los diversos actores,
aquejados de cierta fragmentación nos últimos tiempos, como nuevos
debates a propósito de la intensidad del discurso público en un contexto
marcado por el incremento de las tensiones marítimo-territoriales y los
reajustes geopolíticos, especialmente en el entorno asiático con el
nacimiento de esa nueva trilateral conformada por Japón, India y EUA.
Así pues, si bien la importancia de los desafíos económicos y la
evolución sistémica seguirán recibiendo una atención preferente, la
agenda exterior china ganará en contenidos y presencia, yendo más allá
de sus cometidos tradicionales hasta ahora muy dependientes de la
estrategia económica del país.
Corrientes internas y nuevos dirigentes
Es
el tiempo de la quinta generación. Se espera un 65 por ciento de nuevos
miembros en el Comité Central. Tras la defenestración del líder de
Chongqing y miembro del Buró Político, Bo Xilai, la corriente neomaoísta
vio seriamente frenadas las expectativas de un aumento de su influencia
en el liderazgo central. Las principales facciones que hoy convergen en
el liderado chino atienden a varias denominaciones en función de sus
acepciones territoriales (clan de Shanghái), afinidades personales
(Jiang Zemin), trayectorias sectoriales (Liga de la Juventud) u orígenes
familiares (príncipes rojos o hijos de altos dirigentes).
Probablemente, la más aconsejable es aquella que diferencia entre
elitistas y populistas, o entre liberalconservadores y
socialreformistas, entre los que suman liberalismo económico y
conservadurismo político y los que apuestan por una política más social
con avances reformistas en el sistémico.
El Comité Permanente
del Buró Político, máximo órgano del PCCh, reducirá sus integrantes a
siete (actualmente son 9). Entre ellos figurarán con seguridad Xi
Jinping, próximo secretario general y presidente del Estado) y Li
Keqiang (futuro primer ministro). Podrán acompañarlos Wang Qishang (hoy
vice primer ministro), Zhang Dejiang (actual líder de Chongqing), Zhang
Gaoli (jefe del partido en Tianjin), Liu Yunshan (responsable de
propaganda). La duda final resta entre Li Yuanchao, jefe del
departamento de organización, y Yu Zhengsheng, responsable del partido
en Shanghái. Entre ellos deben repartirse las responsabilidades de la
presidencia de la Asamblea Popular Nacional, de la Conferencia
Consultiva Política, de la Comisión Disciplinaria, Vicepresidencia del
Estado, Propaganda. Wang Yang, jefe del partido en Guangdong, quedaría
fuera por ser considerado demasiado reformista, asegurando un amplio
consenso centrista.
Con esa probable radiografía, Jiang Zemin
mantendría su influencia a través, especialmente, de Zhang Dejiang y
Zhang Gaoli. Mientras, Hu Jintao, además de Li Keqiang, contaría con la
cercanía de Liu Yunshan y, de darse el caso, de Li Yuanchao o hasta Yu
Zhengsheng, ambos más progresistas que Zhang Dejiang o Zhang Gaoli. Wang
Qishang se considera un discípulo del ex primer ministro Zhu Rongji. Xi
Jinping, príncipe rojo y próximo al clan de Jiang Zemin-Zen Qinghong,
sería continuador de ese equilibrismo representado por Hu Jintao, aunque
algunos vaticinan un liderazgo más fuerte.
La Comisión Militar
Central, otro órgano clave, también experimentará una importante
renovación. Siete de un total de diez miembros deben ser sustituidos,
con un balance probablemente favorable a Xi Jinping, con ascendencia en
las filas del Ejército Popular de Liberación. A diferencia de su
antecesor Jiang Zemin que retuvo la presidencia de esta comisión durante
un par de años tras abandonar la secretaría general del PCCh, se
aguarda que Hu Jintao acelere el relevo.
Conclusión
El
balance previsible de este XVIII Congreso del PCCh apunta a dos claves
principales. En primero lugar, la preservación del consenso a propósito
de la continuidad de la reforma en un contexto de avance de la
colegialidad y de la dispersión del poder. En segundo lugar, un nuevo
impulso a las reformas económicas, especialmente en el ámbito financiero
(experimentándose en buena medida en Wenzhou) con una lentitud mayor en
el desmantelamiento de los grandes monopolios públicos y en la
definición concreta de reformas políticas que no pongan en tela de
juicio la preservación de la base del poder y de la hegemonía del PCCh.