El día 28 de febrero en Barcelona organizamos un debate, en la Casa Asia, sobre los retos del futuro de China. Las desigualdades sociales crecientes son uno de los retos principales del nuego gobierno de Xi Jinping. A continuación fotografías del acto y un artículo de Xulio Rios en El País.
El sueño de Xi Jinping
Xulio Rios | elpais.com | 3 de marzo de 2013
A Xi Jinping, el flamante secretario general del Partido Comunista de
China (PCCh) que este mes asume también la presidencia del Estado, le
esperan arduas tareas. Sin duda, la primera alude a la necesidad de
mantener el elevado ritmo de crecimiento económico, base principal de la
estabilidad sociopolítica del gigante asiático. Y, en efecto, lograr el
objetivo de duplicar el PIB en 2020 respecto a 2010 exigirá medidas muy
audaces cuando los pilares tradicionales del crecimiento (mano de obra
barata, inversión exterior, exportaciones) van pasando a mejor vida.
Transformar el modelo de desarrollo a una velocidad de crecimiento
superior al 7% tampoco será cosa fácil. Si para ello debe propiciar una
sociedad de bienestar a la china que desincentive al ahorro y estimule
el consumo, el gasto social debe crecer exponencialmente. Conviene
recordar que pese a los esfuerzos de los últimos años, el sistema de
seguridad social en China es notoriamente insuficiente. A finales de
2011, unos 500 millones de chinos disponían realmente de seguro de
enfermedad y apenas unos 300 millones disfrutaban de algún tipo de
pensión. Subsidios de desempleo, maternidad o accidentes de trabajo
constituyen aún ambiciones que están fuera del alcance de las grandes
mayorías. Los progresos en la sociedad de consumo no son posibles sin
una protección social eficaz y una mejor distribución de las rentas. Sin
corregir esta situación, el riesgo de desplome de la economía china
crece enteros.
Otro frente clave que incide en la que pretende ser la seña de
identidad de su mandato (la cercanía a la población) es la mitigación de
las desigualdades. El coeficiente Gini de China pasó de 0,412 en 2000 a
0,61 en 2010. Las buenas palabras hace tiempo que han perdido su valor y
se exigen acciones precisas. Una de ellas, la más publicitada, duplicar
el PIB per capita en 2020 con respecto a 2010, pudiera no ser
suficiente. El llamado Libro Azul de la Academia de Ciencias Sociales de
China advierte en su última edición de que los conflictos sociales
serán cada vez más numerosos, variados y complejos, destacando tres
variables clave: las expropiaciones de tierras y demoliciones de casas,
la contaminación ambiental y las disputas laborales. Ninguno de estos
problemas es novedoso, pero su agravamiento demuestra la ineficiencia de
las políticas oficiales aplicadas hasta ahora.
La gesticulación de Xi Jinping se ha centrado, por el momento, en dos
mensajes que le pueden granjear una inicial simpatía popular. En el
frente interno, como su antecesor, alza la voz contra la corrupción y
los privilegios de la burocracia, un discurso fácil que siempre cosecha
aplausos, aunque también despierta reticencias. Está bien promover la
transparencia, la autoridad de la Constitución y del sistema legal,
desmitificar la actividad de los dirigentes, etcétera, pero cuando estas
medidas van acompañadas de nuevas vueltas de tuerca para poner fin a
las “irregularidades” en Internet o la lucha contra la corrupción elige
como bandera a figuras como Li Chuncheng, subsecretario del PCCh en
Sichuan y partidario de Zhou Yongkang, valedor de Bo Xilai, es
inevitable especular con segundas intenciones en su discurso.
Gran parte de la fragilidad política que afronta el PCCh radica en la
pérdida de credibilidad social, muy agrietada a pesar de los
importantes logros económicos de los últimos años. Cuando Xi advierte
que la corrupción amenaza con colapsar el Estado no está exagerando. Esa
es la percepción de gran parte de la sociedad china. En su reciente
visita a la provincia de Guangdong, en el sur del país, imitando la gira
realizada hace 20 años por Deng Xiaoping, quiso transmitir la idea de
un nuevo impulso, con un discurso más cercano y menos pomposo, pero
aportar aire fresco y no solo moralina exige cambios estructurales de
difícil asunción.
Un último gesto revelador se ha centrado en el ejército, instando a
aumentar su nivel de exigencia y su capacidad de respuesta militar. El
aumento de las tensiones con Japón y en el mar de China meridional le
conmina a expresar una mayor determinación que la de su predecesor.
Dicha dinámica es inseparable del deterioro de las relaciones con EE UU,
que pierden energía positiva a gran velocidad. Una reciente encuesta
señalaba que el número de chinos que ven a EE UU como un país hostil se
ha triplicado (del 8% al 26%) reduciéndose a la mitad los que le
atribuyen una actitud cooperativa (del 68% al 39%). Por otra parte, solo
un 26% de estadounidenses le otorgan su confianza a China. Congraciarse
con la población exaltando la reducción de la diferencia de poder se
traduce en un aumento del distanciamiento de sus principales socios.
La estrategia de recuperación de la confianza social puesta en marcha
por Xi Jinping reivindica la pertinencia del sueño chino, una
aspiración colectiva asociada al renacer de la nación. Un popular refrán
dice que dos personas pueden dormir en la misma cama y no compartir el
mismo sueño. Ese temido divorcio entre PCCh y sociedad puede quitarle el
sueño a Xi Jinping.
Nota de prensa de la presentación de la agencia china Xinhua: http://www.icariaeditorial.com/contenido/noticia_detallada.php?id=149&img=3
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