sábado, 20 de febrero de 2010

Una hoja de ruta para la tasa Tobin

Jesús Lizcano Álvarez . Fuente: El País, negocios 14/2/2010

La actual crisis financiera internacional ha convertido una idea considerada por muchos hace una década poco menos que utópica en un importante proyecto que ahora está siendo objeto de análisis por parte de las más altas instancias políticas y económicas internacionales. Nos referimos a la tasa Tobin, esto es, la tasa que propuso en 1978 el ya fallecido economista norteamericano James Tobin (premio Nobel de Economía en 1981) inspirada en las ideas de Keynes, y que consiste en fijar una pequeña tasa impositiva a las transacciones financieras realizadas en los mercados internacionales de divisas, con objeto, entre otras cosas, de frenar la especulación financiera y lograr una mayor estabilidad en dichos mercados; a él le gustaba decir que así se podría echar un poco de arena en los monumentales y vertiginosos engranajes de las finanzas internacionales.

Se recogen a continuación algunas consideraciones de cara a una posible hoja de ruta para la puesta en marcha de dicha tasa:

- La excesiva exuberancia financiera: la tasa Tobin constituye realmente un impuesto sobre la especulación financiera, y puede constituir, además, un importante instrumento para transferir recursos desde la economía financiera (esencialmente volátil y especulativa en la mayor parte de sus mercados) hasta la economía real; asomándonos al escenario económico mundial, se puede apreciar que el soufflé de la economía financiera es descomunalmente mayor que el pastel de la economía real; las transacciones financieras a nivel mundial tienen un importe 75 veces superior al de las transacciones reales (bienes y servicios), y dentro de los mercados financieros, el de divisas es, con diferencia, el mayor mercado del mundo, ya que alcanza un volumen de negocio 15 veces superior al PIB mundial y 60 veces superior al comercio mundial, siendo además un mercado esencialmente volátil y especulativo, basado en las expectativas de ganancias derivadas de los continuamente cambiantes tipos de cambio.

- La crisis como oportunidad: hay un amplio consenso sobre la necesidad de una nueva arquitectura financiera internacional, sólida y basada en un mayor control y una verdadera transparencia de las operaciones financieras; sabido es que el tamaño y la volatilidad de los mercados financieros han sido el marco y el caldo de cultivo idóneo para el desarrollo rápido y descontrolado de la actual crisis económica. Sin embargo, cabe considerar esta crisis como una oportunidad para mejorar y hacer más sólidos, estables y solidarios estos mercados a través de iniciativas como, por ejemplo, la tasa Tobin.

- Actuales apoyos internacionales a la tasa: el punto de inicio de la reciente eclosión de apoyos a la tasa Tobin acaeció el pasado mes de agosto, cuando el británico lord Turner, máximo responsable de la regulación financiera en el Reino Unido, sorprendió a todos relanzando la idea de esta tasa como una buena herramienta para reducir y racionalizar el tamaño de los mercados financieros, disminuir su nivel de riesgos, y como elemento disuasorio para un alto número de actividades socialmente inútiles; además propuso que la tasa se aplicara a todas las transacciones financieras, y no sólo a las de divisas. Seguidamente asumió esta propuesta Gordon Brown, quien además propuso la implantación de esta tasa internacional durante la pasada cumbre de los países del G-20. También han mostrado su apoyo a esta propuesta baluartes tan significativos como Sarkozy, Angela Merkel, el comisario europeo Almunia o el propio Durão Barroso, presidente de la Comisión Europea. Además, los 27 países de la UE, a través del Consejo Europeo, han instado el pasado mes de diciembre al Fondo Monetario Internacional a estudiar la posible implantación efectiva de esta tasa.

- Presidencia española de la Unión Europea: sería deseable que España, aprovechando su actual presidencia de la UE, pudiera impulsar esta iniciativa, propiciando el análisis, el debate y la reflexión colectiva en torno a esta tasa en las próximas cumbres y reuniones internacionales, de forma que la Unión Europea pudiera liderar efectivamente este proyecto como una importante vía que llegue a posibilitar un mayor nivel de estabilidad y control en los mercados financieros, además de erigirse en un verdadero elemento de fiscalidad global y, por qué no, de solidaridad internacional.

- Viabilidad de la tasa: aunque es cierto que no podemos ignorar los importantes obstáculos técnicos y políticos de la implantación de esta tasa financiera global, también es cierto que la implantación de esta tasa sería ahora bastante más sencilla que hace 32 años, cuando la propuso el propio Tobin, tanto por la actual crisis económica y la consiguiente presión social hacia los políticos para un mayor control del sistema financiero como por los avances tecnológicos y la actual operatoria electrónica de las operaciones de divisas (muy centralizada), y en general, la del conjunto de las operaciones financieras.

- Recaudación y su distribución: las razones del mencionado resurgir de la tasa Tobin hay que buscarlas, además del ya referido clamor social por la crisis financiera, también en la muy importante recaudación que dicha tasa generaría. Diversas estimaciones cifran que el importe recaudado podría oscilar entre el 0,6% y el 1% del PIB mundial, y en cifras absolutas, en una amplia horquilla entre los 300.000 y 700.000 millones de euros anuales, en función de que se aplicase un tipo del 0,05% o del 0,1% y según se proyectase sobre las operaciones de divisas únicamente o sobre el conjunto de las operaciones financieras.

En todo caso, no es difícil imaginar la gran ayuda que estas ingentes cifras podrían suponer, bien para las muy delicadas finanzas y déficit presupuestarios de muchos países y/o para las aún más delicadas condiciones económicas, sanitarias y sociales de una buena parte de los habitantes de este planeta.

- Proceso de implantación: aunque no sería imprescindible implantar la tasa Tobin a escala planetaria, sería deseable que se hiciese con la mayor implicación posible de la comunidad internacional, y sobre todo, de los organismos supranacionales más cercanos a esta materia, como el FMI, entre otros. También podría ser conveniente designar una institución u organismo ad hoc (nuevo o adscrito a uno ya existente) para liderar y conducir en la práctica esta implantación, que contase con la confianza de la comunidad internacional y que pudiese así canalizar los esfuerzos, las iniciativas y las correspondientes aportaciones.

Por otra parte, se debería propiciar un proceso transparente de información y de participación de la sociedad civil internacional para que se pudiese en todos los países opinar, colaborar y sugerir aportaciones posibilistas e innovadoras para este proceso de implantación.

- Elusión de la tasa y paraísos fiscales: de cara a evitar en lo posible la deslocalización y el desvío de recursos a los paraísos fiscales, resulta imprescindible que la comunidad internacional mantenga el actual empeño de hacerlos desaparecer y defina una estrategia firme, integral y consensuada para abortar cualquier vía que les permitiese beneficiarse de la implantación de la tasa. Es realmente importante a estos efectos hacer muy transparente tanto este proceso como la propia situación y las actividades que desarrollan estos paraísos fiscales.

- Implicación de la comunidad financiera internacional: sería fundamental el desarrollo de una estrategia para implicar a todos los organismos financieros internacionales, así como a los bancos y entidades financieras nacionales, en esta nueva tasa, haciendo ver lo importante de lograr que el sector financiero, tan criticado en la actualidad como realmente importante para la economía, sea capaz de contribuir de forma sustancial y efectiva al desarrollo de una tasa realmente global y al servicio de una mejora de la sociedad internacional.

Finalmente, y de cara a un horizonte algo más lejano, estamos convencidos de que una buena parte de los problemas derivados de la especulación financiera y sobre todo cambiaria se podrían resolver si se llega a una verdadera e integral cooperación financiera y monetaria internacional, que pudiese incluso desembocar en una moneda única mundial (ya propuesta por economistas como Keynes y Mundell), al estilo de la vigente moneda única europea (nuestro euro), que también era considerada utópica hace unas décadas. Pero ésta es otra historia.



JESÚS LIZCANO ÁLVAREZ (Es catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid y presidente de Transparencia Internacional España)

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