jueves, 20 de mayo de 2010

Tocan las primeras campanas de mi muerte. Sardasht Ozmán

Pedro Rojo nos envía este impresionante texto, y nos lo pone en su terrible contexto: "Os adjuntamos el último artículo del periodista kurdo Sardasht Ozmán. Sus artículos publicados en el Kurdistan Post, críticos con el gobierno regional de Masuud Barzani, le granjearon importantes enemistades y varias amenazas de muerte. A principios de mayo fue secuestrado. Apareció muerto en Mosul el 6 de mayo de 2010. Su familia y su periódico acusan a las milicias 'Parastin' ligadas al gobierno de la región del Kurdistán de su asesinato." Pedro Rojo, Al Fanar.




Tocan las primeras campanas de mi muerte.
[Último artículo de este periodista kurdo iraquí
antes de ser secuestrado y asesinado]

Sardasht Ozmán tenía 23 años y cursaba estudios en la Universidad de Saladino




En los últimos pocos días me han dicho que mi muerte está cercana, me han dicho que me quedan pocas oportunidades de respirar aire. No me importa morir o ser torturado; voy a esperar mi fin, la última cita con mis asesinos. Espero que me brinden una muerte trágica acorde a mi trágica vida. Digo eso para que sepáis cuánto sufren los jóvenes de este país y que la muerte está entre sus opciones más probables. Para que sepáis que lo que nos horroriza es seguir viviendo, no morir. Mi gran preocupación son mis hermanos pequeños, no yo. Lo que me inquieta de estas amenazas es que hay mucho que decir antes de marcharse. El problema de este régimen es que no le importa la muerte de sus hijos. Ayer le dije al decano de mi facultad que hacía unos días me habían humillado y amenazado de muerte.

Pero él me respondió diciendo que es un tema competencia de la policía. No sé si hay una facultad en el mundo donde no se haga caso a las amenazas que recibe uno de sus estudiantes y no le preocupe su decadencia. El decano de mi facultad tenía que asumir este problema como suyo o de la universidad porque soy parte de ella. Sin embargo, esto no me chocó porque sé desde hace mucho tiempo que las universidades de este país no son remansos de serenidad. Después me puse en contacto con el comisario Abdeljaleq, director de la policía de Arbil. Me dijo: «el número de teléfono desde el que te están amenazando puede ser del extranjero, o tal vez se trate de un problema personal. Probablemente se repetirían las amenazas pero la ciudad de Arbil es segura y no ocurren problemas de este tipo». Con una sonrisa irónica pensé, que sí, que podría ser Sarkozy el que me estaba amenazado. También pensé en cómo proteger mi vida cuando uno de mis amigos ya había sido golpeado y humillado a causa de varios artículos que ha publicado recientemente, lo que, finalmente, le llevó a abandonar la ciudad. Que pase lo que tenga que pasar, porque no voy a dejar esta ciudad, esperaré mi muerte. Sé que han tocado las campanas de mi muerte, y que son, al fin y al cabo, el réquiem por los jóvenes de este país.

Pero esta vez no voy a quejarme, ni a informar a las autoridades competentes. Es una decisión que he tomado yo mismo y asumo las consecuencias. A partir de ahora cada palabra que escribo lo hago como si fuesen las últimas de mi vida. Voy a intentar ser tan sincero en lo que escribo como Jesucristo. Estoy contento porque tengo siempre algo que decir aunque siempre hay gente que no quiere escuchar. Pero cuanto más susurramos más inquietos se ponen. Solo nos queda seguir diciendo la verdad mientras estemos vivos, y allí donde haya acabado mi vida, que mis amigos pongan un punto y pasen a la siguiente línea.

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