Jeroen van den Bergh | La Vanguardia
Los impuestos sobre el consumo energético y las emisiones contaminantes estimularían el ahorro Para generar empleo es necesario buscar vías alternativas al crecimiento económico, como reducir horarios
La crisis no ha sido causada por el déficit en los presupuestos públicos. Sin embargo, recortes tan drásticos como los actuales son por sí mismos suficientes para causar una recesión. Hay estrategias para recuperar la demanda y simultáneamente reducir recortes, así como evitar una subida de la deuda pública. Pero requieren la eliminación de ciertos dogmas y una dosis de valentía.
Una primera estrategia es cambiar temporalmente la distribución de los ingresos de los consumidores. Los ricos no gastan proporcionalmente a sus sueldos y fortunas. Los pobres gastan relativamente mucho y ahorran relativamente poco. Por tanto, si se suben los impuestos sobre rentas y fortunas muy altas y se utilizan los ingresos obtenidos para rehuir el déficit público y bajar los impuestos sobre rentas bajas, se puede estimular el consumo.
Se podría objetar que esto es injusto para los ricos. Pero ¿es justo que personas arbitrarias con ingresos medios pierdan su empleo, o que los jóvenes terminen en el desempleo de larga duración? Además, en la última década muchas personas ricas han obtenido ganancias desproporcionadas en los mercados inmobiliario y financiero, ambos sectores responsables de iniciar la actual crisis.
Parte de los ingresos obtenidos por los impuestos adicionales pueden servir para mantener el nivel de la Seguridad Social. La subida del número de desempleados que no pagan impuestos laborales y necesitan la Seguridad Social conlleva un aumento de gastos públicos. Este dinero está bien empleado porque sus bajos ingresos serán gastados en necesidades básicas, principalmente de origen doméstico. Este es uno de los estímulos keynesianos más efectivos que podemos encontrar. Por tanto, bajar el nivel de la Seguridad Social en tiempos de crisis no es una buena idea.
No quiero minimizar el riesgo de pago de intereses elevados y crecientes por parte de los gobiernos debido a un aumento de la deuda. Es irónico, no obstante, que como sociedad en crisis tengamos que pagar un alto coste en forma de pagos de interés muy altos a individuos relativamente ricos, que son capaces de prestar dinero a los gobiernos. Pero hay una estrategia para evitar que los recortes se amplifiquen y creen más deuda pública.
Esta estrategia consiste en lograr un acuerdo internacional para limitar las tasas de interés de las prestaciones a los gobiernos, por ejemplo al 2%, junto con una garantía internacional que asegurase a los prestamistas la recuperación de su dinero. Funcionaría si todos los grandes prestatarios participaran. Sería una manera de permitir déficit en los próximos años para pagar la Seguridad Social, estimular la demanda efectiva y, al mismo tiempo, controlar el fuerte aumento de la deuda pública. Es una idea poco ortodoxa, sin duda, pero hay que buscar soluciones realmente efectivas.
Hay otras estrategias, como sustituir algunos impuestos o cotizaciones laborales por impuestos al consumo energético y a las emisiones contaminantes. Esto también estimula el ahorro energético y significa un seguro contra los precios del petróleo, que a ciencia cierta van a subir en los próximos años y provocarían una crisis más dura.
El ideal económico para muchos políticos es recortar presupuestos y, al mismo tiempo, estimular la demanda. El único modo de cumplir esto es remover ineficiencias en la economía. Una importante causa de estas es la extendida burocracia, prácticamente una forma de arte en España. Cada extranjero que vive en España ha experimentado que aquí se necesita diez veces más tiempo, documentos, discusiones, copias y firmas que en otros países para arreglar asuntos sencillos. Además, hay mucho lenguaje legal en las comunicaciones con los ciudadanos y los procedimientos están muy centralizados. En el ranking de índices de burocracia que dificultan la actividad empresarial, España está muy mal posicionada entre los países de la OCDE. Eliminando la burocracia innecesaria, se puede ahorrar mucho dinero a la vez que se mejora la productividad en los sectores privado y público.
La peor propuesta del Gobierno actual es recuperar la anterior deducción en el impuesto sobre la renta de los gastos por la hipoteca de la vivienda. Esta medida significa una transferencia considerable de renta de los pobres a los ricos, ya que los últimos tienen como media casas más caras con hipotecas más altas, mientras que muchos pobres ni siquiera tienen una casa. Además, el mercado de la vivienda sólo se recuperará cuando los precios caigan considerablemente. Las subvenciones sólo aumentarán los precios y el dinero terminarán en los bolsillos de unos pocos afortunados. Además, las subvenciones provocan que los recién llegados al mercado de la vivienda tengan que pagar una prima adicional.
El aspecto más preocupante de cualquier crisis económica es un alto índice de desempleo. Algunos estudios muestran que el desempleo en sí mismo –sin contar la reducción de ingresos– causa una gran pérdida de felicidad. Para la gente joven, el desempleo afectará muy negativamente a sus carreras. Los economistas deben tomar como desafío intelectual el pleno empleo sin necesidad de crecimiento económico, porque con el crecimiento no solucionamos el desempleo ni en quince años. Y con los precios del petróleo subiendo, posiblemente nunca se recuperarán las tasas de crecimiento de antes.
Por lo tanto, es prudente luchar por una sociedad donde el trabajo sea distribuido de forma más justa. Esto implicaría la disminución del número de desempleados y más tiempo para familia, amigos y ocio. Además, la redistribución del trabajo puede ser un juego de suma positiva. Testigo de ello son los Países Bajos, el país que tiene más trabajadores a tiempo parcial y la más alta productividad por hora trabajada del mundo.
Resumiendo, desde mi punto de vista la solución a la crisis consiste en cinco elementos. El primero es aumentar los impuestos sobre las rentas y fortunas altas. En segundo lugar, limitar las tasas de interés de las prestaciones a los gobiernos. El tercer punto es eliminar ineficiencias burocráticas en la economía. El cuarto, sustituir impuestos laborales por impuestos sobre las emisiones contaminantes. Y, el quinto, compartir empleo trabajando menos horas con más productividad.
Jeroen van den Bergh. Catedrático de Economía. Profesor del Icrea, de la UAB y del ICTA.
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