Rafael Poch | La Vanguardia
Cuando Carlos Iglesias filmó en Suiza su película autobiográfica sobre la emigración española, "Un franco, catorce pesetas" le llamó la atención que el paisaje de la localidad suiza al que su familia había emigrado en los años sesenta, apenas había cambiado cuarenta años después. En aquel periodo el paisaje español había sido devastado por el ladrillo especulativo, observó el director. Una gran diferencia. Pero en Suiza también había problemas.
El mismo año en que Iglesias estrenaba su película, el veterano ecologista suizo Franz Weber, de 84 años de edad, lanzaba junto a su hija Vera una iniciativa para poner coto a la urbanización especulativa del país. La iniciativa culminó el 11 de marzo con un referéndum con el que, seis años después, los suizos han detenido su ladrillo.
En España, capital mundial del sector que hoy paga con su paisaje irreparablemente devastado y varios millones de parados por aquellos excesos, el referéndum suizo apenas tuvo eco.
Los medios españoles se centraron en que los suizos decidieron rechazar ampliar sus vacaciones, e incluso en que en Zurich se aprobó el mismo día un espacio especial para la prostitución, pero eludieron la principal noticia de aquel referéndum con varias preguntas: los suizos habían puesto coto a su ladrillo.
La iniciativa de Weber, "Acabemos con la invasión constructora de segundas residencias" se impuso con el 50,6% de los votos.
La iniciativa ha impuesto un tope de 20% de residencias secundarias en los municipios, norma sobre la que deben rendir cuentas anualmente y publicar un catastro que especifique qué viviendas están habitadas y cuáles no. En Suiza ya hay medio millón de este tipo de residencias, cuyo criterio es su escasa ocupación, de 30 a 60 noches por año. La victoria del referéndum, que no afecta a la hostelería ni a los apartamentos de alquiler, obliga al gobierno, que estaba en contra, a legislar en la materia. Weber lo valora como una "victoria extraordinaria".
¿Cúal era el motor del "boom" constructor en Suiza?
Suiza ya es un país rico, pero fundamentalmente se trataba de enriquecerse. Los extranjeros se decían, "hay que tener un apartamento en Suiza". Los suizos decían, "hay que colocar el dinero en inmobiliario". Entonces todos comenzaban a especular. Los promotores presionaban para recalificar. El resultado era que se construía por todas partes. Esa gente se estaba cargando nuestro país. Suiza amenazaba con convertirse en una ciudad desde Ginebra hasta el Lago Constanza, lo que era espantoso.
¿Cómo surgió su iniciativa?
Yo ya había hecho varias campañas, con el bosque aluvial del Danubio, en Austria, y otras, y la gente me llamaba, "Señor Weber hay que hacer algo". Finalmente decidimos lanzar esta iniciativa para acabar con esta construcción innecesaria y dañina de residencias secundarias concebidas para la reventa y el negocio.
Suiza se arriesgaba a ser encementada de norte a sur. La iniciativa quería detener esa cimentación. La financiación vino a partir de donaciones. Hicimos uso de nuestro derecho a referéndum. Primero se necesitaban 100.000 firmas autentificadas en un año. Un trabajo terrible, pero la gente firmaba rápido. Luego lo presentamos en Berna con lo que el gobierno estaba obligado a someterlo a referéndum.
¿La victoria obliga al Gobierno federal a legislar especialmente?
Sí. Ahora eso entra en la Constitución: un ayuntamiento sólo puede tener un máximo de 20% de residencias secundarias.
A causa de la especulación habían llegado a una situación en la que mucha gente del pueblo no podía pagar los alquileres que se pedían y debía cambiar de pueblo.
La población me ha dado la razón mayoritariamente, en votos y en cantones, requisito necesario. Ha sido una victoria extraordinaria, porque normalmente estas iniciativas no se abren paso, pero los suizos ya estaban hartos del cemento.
Ahora un ayuntamiento no puede tener más de 20% de residencias secundarias. Algunas tienen 80%. Hemos acabado con esto. Podremos salvar a Suiza del cemento y preservar los últimos paisajes intactos.
¿Ha sufrido muchos ataques personales?
Sí, una gran campaña de descalificación. He sido terriblemente atacado. Sobre todo por los especuladores que ya no podrán ganar dinero. He tenido que tomar precauciones para mi seguridad, para que no me asesinaran. A veces he sido atacado físicamente. En una ocasión en un restaurante fui rociado con purines. "¿Quiere defender la naturaleza?, ¡pues siéntala!", y me los tiraron encima..., ¿sabe usted? Estaba organizado por los especuladores que pagaron al autor. Pese a la propaganda maliciosa de nuestros adversarios, la ciudadanía ha entendido perfectamente la situación y estoy orgulloso por ello.
Fuente: http://www.lavanguardia.com/20120319/54271757936/hemos-parado-el-cemento-en-nuestro-pais.html
En relación a la burbjua inmobiliaria, en este caso en el Estado español, os recomendamos el siguiente libro de Icaria Editorial:
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Antonio Montiel Márquez - José Manuel Naredo
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