El día 31 de agosto salió una entrevista en La Contra de La Vanguardia a un autor de la casa, Michel Warschawski. Icaria ha publicado A tumba abierta y La guerra de los 33 días.
La entrevista la firma Ima Sanchís.
No soporté ser un judío ocupador
MICHEL WARSCHAWSKI · ANALISTA, PIONERO EN MOVIMIENTOS DE PAZ EN ISRAEL
IMA SANCHÍS - 31/08/2007
58 años. Nací en Estrasburgo y vivo en Jerusalén. Estoy casado y tengo tres
hijos y dos nietos. Licenciado en Filosofía. ¿Política? le daré una frase del
Talmud: "No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti". He tenido
educación religiosa, pero no tengo creencias. He participado en unas jornadas
organizadas por Sodepau.
CONCIENCIA
Para cualquiera que se interese en movimientos por la paz, es un referente. Es hijo del gran rabino Meïr Warschawski, destacado en la resistencia judía contra el nazismo. Dejó la escuela rabínica y trabajó como periodista para diversos diarios extranjeros. Desde 1967 ha luchado activamente en contra de la ocupación y por una paz basada en el derecho y la justicia. Es fundador de Matzpen (Brújula), movimiento social de trabajo conjunto entre palestinos e israelíes; de Gush Shalom, entidad pacifista; y del movimiento de soldados reservistas contra el servicio militar en Líbano y territorios ocupados. En España ha publicado con Icaria 'La guerra de los 33 días' y 'A tumba abierta' (donde analiza la crisis de la sociedad israelí) y 'En la frontera' con Gedisa.
—¿El servicio militar cambió su vida?
—Me confrontó con algo muy profundo. Verá, mis padres vivían en Francia durante la ocupación nazi.
—Pero su madre fue de las pocas judías que fueron a la universidad durante la ocupación.
—Sí, porque mi abuelo fue un condecorado veterano alemán de la I Guerra Mundial. Todavía conservo fotos de mi madre sentada sola en un banco de la universidad con la gran estrella amarilla en el pecho.
—Triste recuerdo.
—Crecí con el concepto de ocupación en mi cabeza, y significaba racismo, exclusión y brutalidad. En 1967, el ejército israelí me convirtió a mí en ocupador, fue algo odioso. No era nada ideológico, yo era un estudiante de una escuela Talmud.
—¿Era usted religioso?
—Ser religioso iba implícito con mi generación. Pero todo estaba prohibido, especialmente la comida y el sexo. Yo me moría de ganas de saber qué era el jamón, las gambas..., y por eso abandoné, no fue una crisis de fe.
—¿Y qué hizo con su confusión de ocupador?
—Durante la guerra del 67 yo estaba en un kibutz en la frontera con Cisjordania y vi pasar la triste caravana de exiliados palestinos arrastrando sus pertenencias. Le pregunté al rabino: "¿Qué está haciendo esta gente?". "Se marchan de sus pueblos", me contestó.
—¿Se metió en algún lío?
—Simplemente olvidé el tema. Seis meses después en la Universidad de Jerusalén topé con un grupo de hippies activistas. Me sentía muy alejado de ellos, los chicos llevaban el pelo muy largo y las chicas la falda muy corta (una de ellas se convirtió en mi mujer).
—¿Qué ocurrió?
—Repartían panfletos y la gente les pegaba. Salvé uno de la hoguera y lo leí, explicaba cómo los palestinos estaban siendo expulsados de sus tierras. Entonces empecé a gritar: "¡Es cierto lo que explican, yo lo he visto!"
—¿Y?
—Me pegaron a mí también. Así empezó mi conciencia política, hasta ese momento para mí los palestinos no existían. Cuando hice el servicio militar me enviaron a Beit Sahur a vigilar el toque de queda que habían impuesto. Ya se habrá dado cuenta de que yo no era rebelde, pero no pude.
—¿Qué hizo?
—Rehusé y me metieron en la cárcel. En 1982, siendo reservista, me enviaron a Líbano en tres ocasiones, las tres rehusé y me volvieron a enviar a la cárcel militar. Estar en la cárcel ha sido parte de mi vida.
—Ya veo.
—Pero en la cárcel comprendí que la guerra del 82 con Líbano era extremadamente impopular porque me convertí en un héroe. Una de las experiencias más importantes de mi vida fue cuando organizamos una manifestación en contra de esa guerra.
—¿Qué fue lo importante?
—Fue la primera vez que mis actividades pasaban de un pequeño grupo a una gran masa, y a los dos años, el ejército se retiró de Líbano.
—¿Eso le dio fuerza para crear la primera organización israelo-palestino?
—Fue en 1984, el Centro de Información Alternativo, que he dirigido durante 18 años. El gobierno israelí lo cerró en 1987 y yo fui condenado a 30 meses de prisión por apoyar organizaciones ilegales palestinas.
—¿Montaban ustedes follón?
—En absoluto, pero en ambos bandos surgían movimientos, por primera vez una política popular, movimientos de mujeres, de estudiantes, sindicales. Nuestro papel era informar a toda esta gente. Hablar de Israel en árabe y de Palestina en hebreo.
—¿Cómo influía eso en su vida personal?
—Antes de la guerra de Líbano ser un activista a favor de los derechos de los palestinos era algo denostable. Mis dos hijos crecieron en una atmósfera de aislamiento, la sociedad veía a sus padres como unos traidores. Mi hija nació diez años después y creció en una atmósfera totalmente diferente.
—¿Su padre era un hombre carismático?
—Ser un activista después del proceso de Oslo era muy in, ella está orgullosa de su padre. Pero a partir del año 2000, cuando Arafat rechazó la oferta de paz de Barak y Clinton, los movimientos pacifistas se colapsaron y todavía estamos ahí, es el capítulo más difícil de mi vida y de mi generación.
—Los beligerantes fueron más firmes.
—Sí, la derecha empujó para que fracasara la propuesta de Oslo y nosotros dejamos que el gobierno negociara sin presionar, fue un gran error.
—¿Y ya nadie cree en la política?
—No, ni uno ni otro bando, y eso es muy peligroso. En Israel se da un proceso de privatización de la mente: "Yo quiero resolver mi problema, mi negocio, mi familia". Si pregunta quién es el ministro de Asuntos Exteriores la mayoría no sabrá responderle.
—¿Quién cubre ese hueco?
—Un mafioso ruso, Gregory Gaidamak. No hay partido que se presente a las elecciones sin tener un acuerdo con él, y si alguien tiene un problema no acude al Ministerio de Asuntos Sociales, va a Gaidamak, incluidas instituciones; y podría poner ejemplos.
—¿Exagera?
—Durante la última guerra libanesa la única persona que organizó un campo para los refugiados fue Gaidamak. Y cuando desde Gaza se tiraban misiles a Sderot, ciudad israelí fronteriza con Gaza, el único que se hizo cargo de los niños fue Gaidamak.
—¿Un mafioso que trafica con qué?
—Diamantes y armas. Si pisa Francia, lo detienen: sospechoso de asesinato, y está demandado por tráfico de armas
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