Mientras los millones del fútbol logran grandes victorias la falta de interés y de inversión arrasan con los bosques en el País Valenciano. El estado español en verano es un autentico polvorín: concretamente sus bosques.
Siempre ha exisitido un desinterés en la prevnción de los incendios forestales: Ni limpieza de bosques, ni potenciar la silvicultura para limpiar el bosque, ni inversión en prevención en general. Sin tener en cuenta la mala planificación unrbanistica del territorio: con urbanizaciones mal planteadas en medio de grandes masas boscosas. Para más detalles a continuación el artículo de Antonio Arnau
Antonio Arnau | Publico.es
Desperté y el fuego seguía allí. Lo confirmaba el olor a chamusquina y
las cenizas sobre el balcón. Con rabia pero sin sorpresa, asisto a la
mayor catástrofe ecológica desde la del valle de Ayora en 1979, al
inicio de aquella transición inacabada cuyas secuelas padecemos.
Valencia pierde su pulmón verde.
Con Franco, en la ingenuidad de la pubertad política, casi nos consolaba la ironía de Perich
y su famoso "Cuando un monte se quema, algo suyo se quema... señor
Conde". Hoy, ese monte que ocupa el 51% de la extensión del País
Valencià, además de ser nuestro patrimonio natural y nuestro paisaje,
aporta Servicios Ambientales esenciales, que se cuantifican en euros.
Hoy, que todo se compra y se vende, incluso el aire y el derecho a
contaminar, amanecemos más pobres, y no sólo por el comienzo del
"repago" y la subida de la luz. Durante este "finde" de aurora roja,
nuestra renta como pueblo valenciano ha disminuido en 500 millones de
euros anuales. En esa cifra se valoran los servicios ambientales que ya
no puede prestar la superficie quemada.
El fuego que ha arrasado
más de 50.000 hectáreas no ha caído cielo. El monte no arde por
casualidad ni por ninguna conjura del destino que haya propiciado la
"tormenta perfecta" de condiciones climáticas (viento de poniente a 50
Km. /h. 35 ºC y sequedad de la masa forestal), junto a la sempiterna
mano humana que, por descuido o acción criminal, prende la chispa sobre
la yesca. No es la adversa fortuna la que nos castiga, sino la
irresponsabilidad de quienes nos gobiernan. No la confundan con la de
quien quema unos matojos o suelta una chispa trabajando en el campo.
Para eso debería existir la prevención, la prohibición de ciertas
actividades en época de riesgo, la vigilancia de su cumplimiento y la
disponibilidad de brigadas de actuación temprana.
Todo lo que puede suceder sucede. Lo improbable sólo tarda un poco
más y la acción proactiva de los responsables consiste en impedir que
pase, en prevenir y desarmar las condiciones de riesgo. Es justamente lo
que no hace la Consellería de Governació de la Generalitat valenciana, a
la que cada año recriminamos que centre sus menguantes recursos en la
extinción de incendios, sacrificando la prevención. Ni la Consellería de
Medio Ambiente, responsable del cambio irregular, a través de la ley de
acompañamiento del presupuesto de 2012, de la prohibición de construir
sobre terrenos quemados durante los últimos treinta años, como ordena
la normativa estatal. Una medida imprescindible que fue arrancada por el
ecologismo para impedir recalificaciones de parajes naturales por esta
vía del "casual" incendio.
Advertidos estaban tras tres años de
sucesivos recortes de unos medios que de partida ya eran insuficientes.
Se advertía al Consell que la orientación hacia la extinción era errónea
y que los recursos disponibles no cubrían la posibilidad cierta de
tener que enfrentarse a más de un incendio simultáneo. Y menos todavía a
la complejidad de que se produzcan con interfaz urbana, es decir en
zonas en las que hay que dar prioridad a la protección de vidas humanas,
casas e instalaciones, lo que impide centrarse en los núcleos del
fuego, sobre todo si escasean medios.
El Gobierno valenciano se niega a entender que los incendios se apagan en invierno,
con silvicultura y cuidado del monte, con medidas de gestión preventiva
y vigilancia, con la actuación de suficientes y cualificadas Brigadas
de Actuación Temprana, hoy tan menguadas y desmotivadas por los
sucesivos recortes. Recortes de personal absurdos, que llegan al extremo
de dificultar la seguridad operativa de una unidad con autobomba para
poder prescindir de una docena de empleos. No sólo se han eliminado
puestos de trabajo de agentes medioambientales y medios para la
protección más directa de los espacios naturales, sino que también se
han reducido los equipos de técnicos necesarios para la tramitación de
expedientes y denuncias, la revisión de proyectos que pueden afectar al
medio ambiente...
Esa política errónea y esa insuficiencia de
medios se encuentran en la raiz del incendio que arrasa nuestra tierra.
Una gestión irresponsable es una catástrofe anunciada. Un colega de
Ecologistes de la Serrania informaba este viernes pasado a las 15.45 del
inicio del incendio en Andilla, un municipio al que, pese a sus 16 mil
hectáreas forestales, le fue retirada su motobomba. La primera ayuda
llegó a las 20 horas. El fuego se habría podido atajar con un par de
autobombas y apoyo de brigadistas. Incluso era posible todavía al
amanecer del sábado, con un frente de fuego de un kilómetro. Pero ayer
domingo Andilla ya no tenía bosque que proteger y tres mil personas
desplazadas vuelven a sus casas a llorarlo.
No necesitábamos
confirmarlo, pero la confirmación ha llegado. Para los responsables
políticos, la pérdida del patrimonio natural apenas preocupa en
comparación con la victoria de la Roja. Es a ese ardor patriótico al que
prestó Rajoy su atención y no al fuego que arrasaba cincuenta mil
hectáreas de pulmón verde. No es un agravio comparativo, sino
menosprecio de los “servicios ambientales” que aportan las masas
forestales. El 51% de la superficie del País Valencià ayer, y hoy solo
el 46. Poca cosa para un neocon incapaz de valorar su aporte económico
inducido al PIB, ni siquiera el coste en derechos de emisión de un CO2
que absorben y "fijan". Un aporte cuantificable en unos 10 mil euros por
hectárea, que conocen pero no comprenden, desde su obsesión por un PIB y
una economía virtual que no valora lo importante.
"Sólo" hemos
perdido 500 millones de renta anual, pero de una renta que no figura en
los Presupuestos de la Generalitat. Mala suerte pensarán sus
irresponsables políticos. Hemos “ahorrado” un poco más en prevención de
incendios, se dirán. Esa es la lógica con la que trabaja el conseller de
Governació de la Generalitat valenciana, Serafín Castellano, y por eso
no ha dimitido. Aún. Seguimos esperando #CastellanoDimissió, tal como se clama desde las redes sociales.
¿Qué
menos que la dimisión? Él fue quién, ante el primer incendio de un
junio negro, acusó de "alarmistas" ignorantes a quienes denunciaron su
irresponsabilidad en una interpelación parlamentaria, d'EUPV. No saben,
dijo, que un incendio sólo es una catástrofe ambiental si llega a las 20
mil hectáreas, y, que "su gestión" venía avalada por la ausencia de
incendios de ese tamaño? Se le explicó que es difícil encontrar en el
País Valencià una superficie forestal continua superior a ese tamaño,
pero que nada impediría que se produjeran varios focos simultáneos y,
entonces, no tendríamos nada que los detuviera. Desgraciadamente
profético.
* Antonio Arnau es miembro de Ecologistes en Acció en el País Valencià.
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