La monarquía es una forma de gobierno difícil de justificar a día de hoy: En España, los poderes fácticos y los medios afines justifican a los Borbones por el decisivo y dudoso papel del Rey en la Transición. La imagen de Juan Carlos como "salvapatrias" ha estado ampliamente puesta en tela de juicio: Apoyó a Franco, apoyó la democracia, y en definitiva se apoyó a él mismo con el único objetivo de mantener la monarquía y todos los privilegios derivados de ella.
Sobre monarquía, y sobre todo sobre el último escandalo de corrupción de la Casa Real, habla este artículo de Sabino Cuadra, diputado de Amaiur en las cortes. Con su tono cercano, campechano y contundente no deja títere con cabeza.
En breve publicaremos ARROJADO A LOS LEONES. Un libro de Sabino Cuadra donde nos contará todos los entresijos de su actividad en el congreso.
Sabino Cuadra Lasarte | Viento Sur
La Cristina me caía a mí mejor que la otra, es decir, que la ... Bueno, eso, dejémoslo ahí. En su día los medios la vendieron como una joven hacendosa con su puesto de trabajo allí, en La Caixa. Pensé que podría ser como una de esas princesas noruegas que salen a hacer la compra en bicicleta, sin escolta. Pero todo era imagen. Por su despacho solo ha debido pasar para hacerse fotos y a día de hoy hasta el ratón de su ordenador es un completo desconocido para ella.
La Cristina me caía a mí mejor que la otra, es decir, que la ... Bueno, eso, dejémoslo ahí. En su día los medios la vendieron como una joven hacendosa con su puesto de trabajo allí, en La Caixa. Pensé que podría ser como una de esas princesas noruegas que salen a hacer la compra en bicicleta, sin escolta. Pero todo era imagen. Por su despacho solo ha debido pasar para hacerse fotos y a día de hoy hasta el ratón de su ordenador es un completo desconocido para ella.
¿Y qué decir de él, de ese chavalote que despide salud y aparenta no
haber roto nunca un plato, de ese noble deportista para quien lo
importante no es ganar, sino competir? También parecía mejorar al otro,
al Marichalar, si bien eso tampoco quería decir mucho. Cuando se casó,
el diario Egin dio la noticia en un recuadro de dos centímetros
por dos reseñando: “El deportista vasco Urdangarín se casa”. Ni pío
sobre su señora o su suegro. ¡Qué poca consideración! Los medios
vendieron una imagen de parejita modosa y sencilla y muchos picamos. No
escarmentamos ni a tiros.
La siguiente decepción me la llevé con la directora de cine Pilar
Miró. La Casa Real le propuso hacerse cargo de la transmisión de la
ceremonia de la boda y ella aceptó. Aquello fue algo en plan
inauguración de Juegos Olímpicos y visita del Papa, todo a la vez.
Sencillamente vomitivo. En mi ranking particular la pasé de la casilla
“a” de personas admiradas a la de la “p” de pesebreras. Me parecía
imposible que quien había dirigido “El crimen de Cuenca” se prestara
ahora a estas horteras fastuosidades. La vida te da sorpresas.
Pues bien, lo de ahora está superando a lo de la boda. Hemos estado
quince días en los que la noticia sobre si la infanta iba a bajar
andando o en coche la rampa que conduce a los Juzgados de Palma ha sido
primera noticia en editoriales, noticieros y tertulias. Ni siquiera el
último tramo del paseo de María Antonieta y Luis XVI antes de ser
guillotinados despertó tanta expectación en los telediarios de la época.
Basura informativa, vamos.
Pero volvamos al juicio de la infanta. Para exculparla de los
turbios negocios compartidos con su marido, dice su defensa que
desconocía todo sobre ellos por razón de su “fe en el matrimonio” y el
“amor que sentía por él”. Ella firmaba todo lo que su amantísimo Iñaki
le ponía delante sin enterarse de nada, pues su amor era ciego y esa
ceguera le afectaba también a la hora de rellenar la declaración del
IRPF. Y al decir eso, la infanta ni siquiera se ha ruborizado, pues para
eso hay que tener la sangre roja y la suya es azul.
Hace poco más de un año el prestigioso diario The New York Times
(¿por qué se utiliza el adjetivo “prestigioso” para hablar de la prensa
extranjera y no de la de aquí?) calculaba el patrimonio del rey Juan
Carlos en unos 1.800 millones de euros, afirmando que se trataba de una
“fortuna opaca”. Lo decía, más que nada, porque cuando fue nombrado
sucesor de Franco, accedió al cargo con poco más que una mano por
delante y otra por detrás, ya que la paga que le daba su padre no le
daba para ahorrar mucho.
Para el diario, era “un secreto cómo ha amasado su considerable
riqueza personal” hasta situarse en la lista mundial Forbes, de
millonarios, entre las primeras fortunas reales europeas. Porque, claro
está, con los escasos 8 millones de presupuesto para toda la Casa Real,
llegar a los 1.800 actuales exige tener unas muy altas habilidades en el
terreno de los negocios.
Como es lógico, las explicaciones que, caso de darlas, pudiera dar el
propio rey para aclarar lo anterior (según la ley no está obligado a
dar cuenta alguna de su patrimonio) no pueden tener mucha credibilidad.
Quien en su día juró ante Dios y los Santos Evangelios “lealtad a su
excelencia el Jefe del Estado –es decir, el genocida Franco- y fidelidad
a los principios del Movimiento Nacional y demás Leyes Fundamentales
del Reino” y después se ha autoaireado como paladín de la democracia, no
resulta muy de fiar.
¿Y qué decir de quien desde 1968 ha sido presidente de honor de la
ONG WWF, protectora de los animales, y no ha tenido empacho alguno en
pluriociosear su cargo con la participación en safaris, en Bostwana,
abatiendo elefantes africanos en peligro de extinción a 30.000 euros la
pieza? Luego, claro está, como le pillaron en fuera de juego, soltó
entre pucheritos aquella trabajada frase que tanto nos conmovió: “Lo
siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir”. Los de la ONG no
le creyeron y le botaron de la presidencia. No era para menos.
Por primera vez en la historia de la familia real se anuncia el
desglose de los ingresos públicos (sueldos más gastos) asignados a cada
uno de ellos: el rey Juan Carlos, 292.752 euros; la reina Sofía, 131.739
euros; el príncipe Felipe, 146.376 euros y la princesa Letizia, 102.464
euros. Claro está, al margen de lo que se piense de estos sueldos, es
evidente que con ellos no da ni de coña para que el patrimonio de uno
alcance los 1.800 millones de euros. La explicación habrá que buscarla
pues en las cordiales relaciones –llamémoslas así- que el monarca ha
mantenido desde siempre con los grandes prebostes de la Banca española y
las satrapías petroleras del Golfo Pérsico.
Tras la declaración de la infanta ante el juez Castro me he hartado
de leer y oír en todo tipo de medios que su respuesta a las seis horas
de interrogatorios se han resumido en una sola idea: ella tenía plena
confianza en su marido y desconocía todo lo que éste hacía. En cualquier
caso, si mal no lo he aprendido en la carrera de Derecho, la confianza
plena en el pichurri conyugal no es eximente penal alguna. Pero igual
cuela, ¡vaya vd. a saber!
De todas maneras, visto lo visto, hay una pregunta que queda en el
aire. Caso de que la infanta sea declarada responsable y condenada por
los delitos de fraude fiscal y blanqueo de capitales, ¿cuál puede ser la
explicación de su conducta, el amor ciego que profesaba a su consorte o
la cosa era más bien genética y le venía de casa? La respuesta está en
el viento, que diría Dylan.
Fuente: http://vientosur.info/spip.php?article8742
Fuente: http://vientosur.info/spip.php?article8742
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